En las últimas décadas, especialmente a partir de la disolución de la Unión Soviética en 1991, Turquía ha ido consolidando su papel como potencia regional y global de rango medio hasta convertirse en un actor geopolítico clave a nivel internacional. En la actualidad, poco o nada puede emprenderse sin su concurso en regiones como Oriente Medio, el mar Negro, el Cáucaso y el norte de África y su presencia se deja igualmente notar en áreas más alejadas, como el África subsahariana o Asia central. Incluso en organizaciones como la OTAN y el G-20, donde su papel podría haberse considerado inicialmente secundario, Turquía ha sido capaz de hacerse un hueco entre los países del mundo con mayor capacidad de decisión.
No puede negarse que hoy Turquía es una potencia que goza de más protagonismo que hace treinta años. Pero al mismo tiempo, conforme adquiere peso en la escena internacional, la gestión de su política exterior resulta cada vez más difícil, obligada a salvaguardar sus intereses nacionales en un entorno regional de gran inestabilidad frente a la acción de las grandes potencias globales, como son Estados Unidos, China y Rusia, embarcadas en una creciente rivalidad que da carácter al nuevo orden mundial multipolar en emergencia.
Analizar estas cuestiones es el objeto de este artículo. Para ello, tras revisar brevemente la política exterior turca de los últimos años, abordaremos su situación actual en los ámbitos regional y global. Pero antes es preciso constatar que, al igual que ocurre en cualquier otro país, la acción exterior del Estado en Turquía se ve condicionada por su particular visión del mundo y del papel que considera que está llamada a jugar en él. Aunque existen otros, comenzaremos nuestro análisis destacando cuatro aspectos que, siendo en gran medida compartidos por una mayoría de la población, consideramos esenciales…