Tuve la oportunidad de visitar Turquía cuatro días después de la intentona golpista. Fue un ejercicio especialmente intenso. Pude intercambiar impresiones con un amplio número de académicos, periodistas, activistas y diplomáticos. Personas con sensibilidades políticas muy distintas. Algunos próximos al partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y otros muchos abiertamente críticos con la figura de Recep Tayyip Erdogan y las políticas emprendidas por el gobierno turco en los últimos años. Pero todos, absolutamente todos, se mostraban aliviados de que los golpistas hubieran fracasado. Cuando se trataba de valorar las repercusiones del golpe, eso sí, aparecían los matices.
Escribo estas líneas con el convencimiento de que poniendo algo de orden a estas impresiones, opiniones y emociones comprenderemos mejor qué pasó la noche del 15 al 16 de julio, por qué sucedió y qué puede pasar a partir de ahora. También es posible empezar a valorar cuáles son los riesgos que emergen y las oportunidades que se abren tras el fallido golpe de Estado. Sabiendo, no obstante, que los riesgos pueden no materializarse y las oportunidades pueden no aprovecharse. Eso dependerá de factores coyunturales y de las decisiones, racionales o no, que losprincipales actores en juego tomen a partir de ahora.
Un golpe mal ejecutado, resistencia popular o ambas cosas
Es habitual escuchar que tardaremos tiempo en saber qué pasó exactamente la noche del 15 al 16 de julio o que incluso nunca llegaremos a saberlo con exactitud. Lo que sí sabemos es que fue una intentona golpista con dos epicentros, Estambul y Ankara, que movilizó a una parte de las fuerzas armadas pero no al estamento militar como institución. Se han ido conociendo detalles de cómo el Estado Mayor se mantuvo leal al orden constitucional y rechazó unirse al golpe. Según las últimas cifras, en esta operativa habrían…