El Consejo Europeo de 17 de diciembre de 2004 decidió iniciar en octubre de 2005 las negociaciones con Turquía para su ingreso en la Unión Europea. Entre tanto, la conducta política del candidato –su trayectoria democrática y el respeto a los derechos humanos, de acuerdo con los criterios de Copenhague– estarán bajo atenta observación.
En paralelo, la Comisión revisará y actualizará los mecanismos para su integración en una unión económica de países que cumplen una serie de condiciones: equilibrio presupuestario y estabilidad de precios, en el marco de una economía de mercado –libre circulación de mercancías y capitales, libertad de establecimiento para las empresas, lo que implica prohibición expresa de subsidios y ayudas contrarias a la competencia–; en suma, la aceptación por parte de Turquía del acervo comunitario.
En ECONOMÍA EXTERIOR hemos sopesado detenidamente los pros y los contras del ingreso de Turquía en la UE. Aunque no consideremos inconsistentes los argumentos de algunos grandes europeos, adversarios de la incorporación turca (desde el alemán Helmut Kohl al francés Valéry Giscard d’Estaing) creemos que, en esta etapa del mundo, posiblemente durante largas décadas, el respaldo de Turquía a la causa europea reforzará y consolidará la Unión. La inyección demográfica y económica, sin olvidar las capacidades estratégicas y de defensa, aportarían elementos de peso a la comunidad de los Veinticinco. Y, sobre todo: la no integración desencadenaría una corriente de frustración y hostilidad peligrosa para Europa. Turquía aseguraría las fronteras de Siria, Irak e Irán, posiblemente con una lealtad comparable a la de otros Estados de la Unión.
¿Cuál es el peso específico del candidato? Aunque Turquía tiene una población equivalente a la suma de los 10 países que entraron en la UE en mayo de 2004, su PIB es sólo la mitad. La asimetría respecto a la Unión es todavía mayor….