POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 140

Túnez o la golondrina de la primavera árabe

Bichara Khader
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‘Todos somos tunecinos’ fue el grito inmediato de la calle árabe en Argelia, Egipto, Yemen, Marruecos, Libia… La paradoja es que la revolución de Túnez, el país más pequeño del Magreb, se ha extendido en una de las regiones menos integradas del mundo.

 

Túnez está ya en “la mente” de todos los países árabes. Las manifestaciones en el norte de África y Oriente Próximo se multiplican desde enero, espontáneas, dirigidas con frecuencia por jóvenes. Los regímenes tratan de cortarlas de raíz. Hasta ahora algunas han sido contenidas e incluso reprimidas gracias a una policía aguerrida. Pero los gobiernos están acorralados y sienten que sus pueblos patalean de impaciencia y están al borde de la revolución. Para los regímenes autoritarios árabes, el sueño tunecino se ha convertido en una pesadilla. Por eso se han apresurado a soltar un poco de lastre bajo diversas formas: subvenciones para los productos de primera necesidad, bajada del precio del carburante, aumento de las pensiones y ayudas para construir viviendas.

 

Pero el problema no se debe solo a la carestía de la vida: el mal es estructural. En parte está relacionado con la erosión del poder adquisitivo a causa de la inflación, pero, sobre todo, está relacionado con el cansancio general de la población árabe: más del 50 por cien tiene menos de 20 años, y sus gobiernos envejecidos y corruptos no solo han hecho añicos el sueño de “salvar Palestina”, sino que se han mostrado política y económicamente incapaces de alimentar a sus ciudadanos y ofrecerles un porvenir mejor. No es de extrañar que la bandera tunecina sea enarbolada por los manifestantes de todos los países árabes: algunos corean “todos somos tunecinos” o “Túnez es la solución” (Tunis hiya al-Hal). En cuanto a los intelectuales y a los defensores de los derechos humanos,…

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