La situación política está salpicada de crisis sucesivas por los errores de cálculo en las prioridades de los partidos: rechazo aun a justicia transicional y a la reforma judicial y de la seguridad
Cuando circulamos hoy día por las calles de Túnez, la impresión general es que los tunecinos están deprimidos y que la inestabilidad política les agota. Las enormes expectativas del 14 de enero de 2011, los meses de euforia revolucionaria tras la huida del dictador Zine el Abidine Ben Ali a Arabia Saudí y las primeras elecciones democráticas del 23 de octubre de 2011 han dado paso a la decepción ya que los políticos no se han adaptado a las demandas que el pueblo coreaba contra el régimen del dictador derrocado: Trabajo, Libertad y Dignidad.
Casi tres años después del levantamiento popular, los tunecinos ven una revolución teñida de luto y viven una crisis política detrás de otra con dos asesinatos políticos, la dimisión del gobierno de Hamadi Yebali, la matanza de soldados en el macizo montañoso de Chambi, en la ciudad de Kasserine y atentados suicidas en ciudades turísticas. Reina la confusión y el futuro de este país llamado “pacífico” parece más incierto que nunca. El principal responsable de este “caos” es el partido islamista en el poder, Ennahda. Las razones fundamentales de la inestabilidad política son no solo la falta de un calendario para la aprobación de la nueva Constitución y para las próximas elecciones, sino también la negativa a iniciar un proceso de justicia transicional.
La revolución teñida de luto
El 6 de febrero de 2013, todos los medios de comunicación emitieron una noticia abrumadora: Chokri Belaid, un eminente abogado, militante nacionalista y líder de izquierdas del Frente Popular acababa de ser asesinado tras recibir varios disparos en la puerta de su domicilio…