Al cierre de este número se cumple un año desde aquel 17 de diciembre de 2010, día cero de la revolución, en que con su sacrificio el tunecino Mohamed Buazizi iniciaba una era de cambio en el mundo árabe. En este año han caído tres dictadores en Túnez, Egipto y Libia; Osama bin Laden ha sido borrado del mapa y Estados Unidos ha anunciado la retirada de sus tropas de Irak y de Afganistán. Tres acontecimientos que han trastocado el esquema de las relaciones internacionales dominante desde septiembre de 2001.
Además, en los últimos tres meses los tres países revolucionados han iniciado sus procesos de transición con mayor o menor calma social, y los tunecinos y egipcios han disfrutado de su nueva libertad acudiendo masivamente a las urnas en unas elecciones que, aun con posibles fallos, representan sin duda las más transparentes que se han celebrado jamás. Sin olvidar los comicios de Marruecos, fruto de la reforma constitucional aprobada en referéndum, que han sido limpios según todos los observadores internacionales, pero que no han registrado una participación elevada aunque fuera la más alta desde la llegada al trono de Mohamed VI.
Tres meses y tres victorias islamistas, la de Ennahda en Túnez, del Partido Justicia y Desarrollo en Marruecos y la parcial de los Hermanos Musulmanes en Egipto, pues queda por ver qué resultados obtendrán en las siguientes fases del proceso electoral en curso. Victorias inevitables tras décadas de represión y oposición, de labrar el terreno social e ideológico, de colmar pacientemente los vacíos que los regímenes autoritarios fueron acumulando en la marginalidad, la exclusión, la injusticia y la indignidad.
Ahora llega el turno de los islamistas, una ventana de oportunidad para algunos y un peaje indispensable del pluralismo para otros. Está claro que tendrán que lidiar con la inexperiencia,…