Los procesos de democratización en el continente africano de finales de los años ochenta y principios de los noventa condujeron a diferentes escenarios políticos de desigual resultado, que deben ser analizados en perspectiva. Un elemento destacable y común es que comportaron el surgimiento de nuevos actores políticos y sociales, cuyo objetivo ha sido poner en cuestión los sistemas de partido único surgidos tras la anterior ola de movilización social, vinculada a los movimientos de liberación nacional anticolonial de los años cincuenta y las “segundas liberaciones africanas”, a principios de los ochenta.
Con la llegada del siglo XXI emergió una nueva ola de movilizaciones y protestas que demandaba mayor democracia, participación política y respuestas a la crisis económica del continente. La atención por parte de las investigaciones académicas o los medios de comunicación fue prácticamente nula. No fue hasta la implosión de las primaveras árabes, de 2011 en adelante, cuando las miradas se han dirigido a África subsahariana. Esa atención en parte se explica por la posibilidad de un efecto contagio y sus consecuencias en términos de seguridad y estabilidad regional, aunque también en torno a posibles cambios que derivasen en una mejora de la gobernabilidad.
Es común presentar un escenario uniforme para todo el continente, sin tener en cuenta los procesos históricos, políticos, sociales, culturales o económicos que atraviesa cada país de África subsahariana. Su situación se lee a través de los ejemplos de sus vecinos árabes, restándoles entidad. En su obra Africa Uprising, Adam Branch y Zachariah Mampilly rescatan los antecedentes históricos de estas movilizaciones africanas y dan cuenta de más de 90 episodios de movilizaciones populares en 40 países africanos solo entre 2005 y 2014. En algunos de ellos las movilizaciones han logrado la caída de figuras presidenciales que acumulaban décadas en el poder: son los casos de…