“Todo lo que era sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado,
y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia
y sus relaciones recíprocas con desilusión”.
Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto Comunista
Siempre es aventurado hacer diagnósticos del presente. Los ciclos históricos –como el sentido general de las cosas– se establecen hacia atrás, cuando ya han pasado; pronosticar finales y principios antes de que sucedan suele ser una invitación a equivocarse. En estos días la tentación de decretar grandes transformaciones parece casi incontenible. La sensación de cierre de época es generalizada. Parece claro que las cosas no volverán a ser como antes y que cuando acabe la cuarentena no se espera una vuelta a la normalidad. En sintonía, varias voces han anunciado ya el final de algo decisivo –el neoliberalismo, la globalización, la hegemonía de Estados Unidos, el proyecto europeo– y la profunda transformación de un mundo llamado a cambiar de golpe. ¿Se precipitan quienes lo señalan? ¿Qué elementos tenemos hoy para entender esa gran transformación y orientarnos en relación a ella?
A la vista de los datos, parece difícil exagerar el impacto de la crisis que se avecina. Según la Organización Mundial del Trabajo, solo en el primer trimestre del año se han destruido 200 millones de empleos en el mundo. La Organización Mundial del Comercio (OMC) estima una caída de hasta un tercio del comercio mundial en 2020; el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la renta per cápita caerá en 2020 en, al menos, 170 países. La economía más sólida de la zona euro, Alemania, espera para el segundo trimestre una contracción de casi un 10% de su PIB. En EEUU, cuya economía sola es equivalente a la suma de la de los 173 países no pertenecientes al…