Con un PIB que representa el 25 por cien del total del continente, Suráfrica defiende la agenda de desarrollo africana en sus relaciones internacionales. La UE y EE UU piden un mayor compromiso surafricano a la hora de resolver crisis como la de Kenia o Zimbabue.
Los cinco años de mandato presidencial de Nelson Mandela tras el final del apartheid, en 1994, partieron de la nueva Constitución surafricana. Los derechos humanos, la democracia y el Derecho Internacional fueron los pilares de la política exterior de Suráfrica durante esos años, en consonancia con la figura de Mandela, premio Nobel de la Paz en 1993. El principal objetivo del presidente era desmantelar el apartheid, reconciliar a las razas y establecer una democracia viable.
Consciente de los recelos que suscitaba el dominio económico y militar surafricano en la región, Mandela se esforzó por incorporar las preocupaciones de sus vecinos y hacer extensivo el programa de desarrollo a todos los países africanos. La primera manifestación del compromiso de Mandela como presidente se produjo en 1995, cuando convocó a sus homólogos del continente, además de Estados Unidos, Reino Unido y China, para aprobar un boicoteo petrolífero internacional contra Nigeria por la ejecución de Ken Saro-Wiwa y otros ocho activistas de los derechos humanos.
El presidente Thabo Mbeki continuó esta política con el objetivo de liberar a su país y a todo África de la opresión racial y el colonialismo. Desde su llegada a la presidencia en 2000, Mbeki puso en marcha un “renacimiento” africano cuyas iniciativas esenciales han sido: el reforzamiento de la participación de Suráfrica en instituciones regionales como la Unión Aduanera de África del Sur (SACU, en sus siglas en inglés) o la Comunidad para el Desarrollo de África del Sur (SADC) y continentales como la Unión Africana (UA); el apoyo…