Entre las amenazas imaginables las más preocupantes son las relacionadas con la energía nuclear, como el robo de material fisible o el sabotaje de instalaciones por grupos terroristas. La seguridad física nuclear no puede aislarse de retos como el desarme y la no proliferación.
Al final de la guerra fría existía una gran esperanza en que terminase la confrontación militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética y que ello diese lugar a una nueva era de paz y seguridad, en un escenario caracterizado por la desaparición del terror nuclear. Sin embargo, el fin del temor a una posible guerra termonuclear generalizada ha dado paso a otras preocupaciones, entre ellas, los riesgos a la seguridad global derivados de la proliferación nuclear y, de forma más reciente, el terrorismo nuclear.
La relativa estabilidad de un mundo basado en la existencia de cinco potencias nucleares de iure, reconocidas como tal por el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, TNP (EE UU, Rusia, Reino Unido, Francia y China) y tres potencias nucleares de facto (India, Pakistán e Israel), además de Corea del Norte (que, al menos teóricamente, se incorporó al restringido club atómico tras la realización de su primer ensayo nuclear en 2006) ha sido progresivamente sustituida por las incertidumbres derivadas de un mundo en el que se ha incrementado de forma considerable el número de Estados con capacidad nuclear. Junto a esto, la existencia de grupos terroristas que han declarado su intención de adquirir, robar u obtener de cualquier otra forma materiales nucleares con la finalidad de fabricar artefactos nucleares, han dibujado un nuevo y preocupante panorama mundial en el que la seguridad física nuclear se ha convertido en uno de los ejes centrales de la política de seguridad de los principales países y, de forma especial, de EE…