La difícil situación financiera de Turquía se debe, en buena medida, a sus decisiones de los últimos años, entre las que se incluyen el recalentamiento de la economía, el férreo control de la política monetaria con fines políticos e inversiones millonarias en infraestructuras adaptadas al proyecto de país que defiende Erdogan. Las consecuencias de estas medidas económicas han sido inflación disparada, pérdida de valor de la divisa, déficit público y saldo negativo de la balanza exterior.
A finales de 2022, según registros oficiales, la inflación alcanzó el pico del 85%. Sin embargo, los análisis independientes del Grupo de Investigación de la Inflación (ENAG) elevan hasta el 176% el máximo de inflación alcanzado. En los últimos meses la escalada de los precios se ha moderado, como en el resto de Europa, pero se debe al efecto base; es decir, hace un año los precios ya estaban disparados y la comparativa es…