La tecnología de la defensa se está convirtiendo en un arma de doble uso. Si se acepta una definición de tecnología como la aplicación del conocimiento para conseguir un efecto físico por medio de un “objeto” se observa que grandes desarrollos actuales tienen su origen en proyectos de defensa y espacio; desde el GPS al velcro, usado en la vestimenta de los astronautas, con una amplia utilización en la vida civil. También los objetivos de la seguridad y la defensa desde nuestro ingreso en la OTAN y en la Unión Europea se han modificado sustancialmente. Las tareas de nuestro ejército no se limitan ya a la defensa de las fronteras nacionales. Son las misiones en el exterior en favor de la paz y el mantenimiento del orden internacional las que adquieren cotidiana prioridad. De ahí la relevancia de las preguntas que hace ECONOMÍA EXTERIOR al Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD): “¿Es usted partidario de eliminar el límite de 3.000 soldados fuera de nuestras fronteras? ¿La limitación se deriva de una decisión política puntual –la reacción contraria a la guerra de Irak– o se debe a la capacidad de gestión y a las dotaciones presupuestarias? La ministra de Defensa, Carme Chacón, también las ha contestado: el número de soldados en misiones internacionales estará limitado por la legalidad de la misión, la voluntad del pueblo español y la capacidad de las Fuerzas Armadas. Habrá un límite de 7.700.
La política exterior y de seguridad común, la PESC, se corresponde con el segundo pilar de la UE. Hasta ahora basado en la cooperación voluntaria intergubernamental, aunque el non-nato Tratado de Lisboa intenta que la Agencia Europea de Defensa (EDA, en sus siglas en inglés), creada en 2004, se convierta en una institución comunitaria con capacidad de impulsar desde la UE…