España ha adquirido compromisos de reducción de emisiones y solo mediante un ‘mix’ energético compuesto por energías renovables y eficiencia energética, al que necesariamente se sumarán las tecnologías de captura, transporte, almacenamiento y usos del CO2, será posible lograrlos.
El dióxido de carbono (CO2), presente en la naturaleza en condiciones normales, es un gas inodoro, incoloro, no inflamable e inerte, lo que le confiere la categoría de gas no peligroso. Es igualmente necesario para la supervivencia de los ecosistemas en nuestro planeta y de todos sus habitantes. Además de estar compuesto de cerca de un 11 por cien de carbono, el ser humano exhala una media de un kilogramo de CO2 al día. Por tanto, el dióxido de carbono es un gas fundamental en nuestra vida y, sin embargo, por efecto del hombre (acción antropogénica) su aumento, junto con el de otros gases como el metano, el vapor de agua y el óxido de nitrógeno (principales gases de efecto invernadero, GEI) ha provocado lo que conocemos como cambio climático y que hoy innegablemente nos afecta.
La captura, transporte, almacenamiento y usos y transformación del CO2 (en inglés Carbon Capture and Storage, CCS, y en castellano CAC) es una tecnología probada en Estados Unidos desde los años setenta que se contempla como una de las medidas para la mitigación del cambio climático. Según estudios recientes, se estima que su contribución global en la reducción de emisiones de CO2 puede ser del 15-20 por cien del total necesario. Esta tecnología formará parte de la combinación de diversas fuentes de energía (mix energético) que, junto con las renovables y la eficiencia energética, logren que la temperatura de nuestro planeta no continúe en aumento. Pero, ¿en qué consisten las tecnologías CAC?
La captura de CO2: inicio del proceso
Capturar el CO2 antes…