A mediados de 2014, Financial Times agitó el debate en África al anunciar que Nigeria se convertía en la mayor economía del continente en términos de PIB. Los economistas y políticos nigerianos lo elogiaron como un indicador positivo para el país, mientras sus homólogos surafricanos, quienes habían ostentado ese primer puesto durante décadas, lamentaron la continua tendencia a la baja de su economía bajo la administración del entonces presidente Jacob Zuma. Desde entonces, la pugna entre estas dos naciones por liderar la hegemonía continental ha sido uno de los asuntos a debate en los círculos diplomáticos africanos. Y este año, tanto Nigeria (en febrero) como Suráfrica (en mayo) han puesto a prueba su fortaleza democrática en unas elecciones que han trascendido sus fronteras nacionales.
En África, el estatus de Nigeria y Suráfrica como hegemonías regionales en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) y en la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, en inglés), respectivamente, se basa en el tamaño de su PIB, capacidad militar y el liderazgo que desempeñan en sus respectivas regiones. También implica que las dos naciones asumen papeles de liderazgo continental y global. Son los Estados más influyentes de África subsahariana en términos militares, económicos y políticos, y extienden su influencia en la Unión Africana (UA) y en las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas en el continente.
A partir de los análisis durante los últimos tres años de Nic Cheeseman, profesor y experto en procesos electorales africanos en la Universidad de Birmingham, “la democracia en África ha sido testigo de una disminución general, en términos de calidad de la participación política, las elecciones y el respeto por el Estado de Derecho. Hoy, hay casi la misma cantidad de democracias defectuosas (15) que autocracias de línea dura (16) entre los…