Socialdemocracia sin voz ni voto
Con la socialdemocracia, como con el Perú de Mario Vargas Llosa, la pregunta recurrente es “cuándo se jodió”. Para algunos observadores, sus contradicciones son insalvables desde que en 1914 el SPD abandonó su internacionalismo y apoyó la participación alemana en la Primera Guerra Mundial. Para otros, el problema se encontraría en la tercera vía de los años 90. Hay quién considera que basta con remontarse a 2010 y el giro europeo hacia las políticas de austeridad, que los socialdemócratas secundaron. O que el centro-izquierda ha muerto de éxito tras alcanzar y hacer realidad la mayor parte de sus objetivos históricos.
Sea como fuere, nadie duda que la principal familia progresista europea atraviesa momentos difíciles. Un estudio reciente de Giacomo Benedetto, Simon Hix y Nicola Mastrorocco muestra que, durante la última década, el centro-izquierda ha cosechado sus peores resultados electorales en un siglo. Salvo excepciones puntuales –como España y Portugal–, los partidos socialdemócratas languidecen.
Una lectura obligada para quienes busquen entender este proceso es Market Economy, Market Society, el primer libro de Phenomenal World, publicación digital que está logrando navegar con fluidez entre los mundos de la academia, la política progresista y el debate público. Prueba de ello es la estructura de este volumen dedicado a la socialdemocracia en Italia, Francia y España. En él figuran políticos reconocidos como Felipe González y Giuliano Amato; investigadores del centro-izquierda de renombre, como Adam Przeworski y Stephanie Mudge; y una hornada de investigadores académicos jóvenes, entre quienes destacan la editora y coordinadora Maya Adereth, Javier Padilla –autor del premiado A finales de enero– y David Broder, editor europeo de la revista socialista Jacobin.
El punto de partida del volumen –y también de este reseñista– es que la socialdemocracia “se jodió” en los años 70, cuando no supo dar una respuesta consecuente a la crisis del orden keynesiano de posguerra e interiorizó el paradigma económico neoliberal. Los motivos aducidos para justificarlo son varios. Tal vez las transformaciones tecnológicas no dejaban más opción que plegarse a los mercados; tal vez el embate de Margaret Thatcher y Ronald Reagan resultó demoledor; tal vez el problema vino de las instancias europeas que impusieron políticas de austeridad como respuesta a la anterior crisis económica. Estas narrativas llevan parte de razón, pero con frecuencia sirven para ofuscar el diagnóstico y socorrer un centro-izquierda que, más que víctima, ha sido ejecutor del giro neoliberal.
Market Economy, Market Society parte de premisas más útiles. El libro busca entender qué motivó este giro; y si de verdad la decisión se tomó porque, como advirtió Thatcher en su día, “no había alternativa” al neoliberalismo.
Los autores plantean las respuestas en torno a dos ejes fundamentales. El primero es el lenguaje que emplean los políticos de centro-izquierda. Como escribe Mudge en su ya clásico estudio sobre las reinvenciones de la socialdemocracia, “el lenguaje es el medio de la política representativa, pero los representados no controlan su producción”. Así, por ejemplo, en 1991 un militante del PSOE andaluz confiesa desolado a Przeworski que “nos hicieron hablar un lenguaje que no era el nuestro”. Si el desencanto ya era patente durante el felipismo, cabe pensar que, tres décadas después, nuestra era de “relato” táctico y palabrería hueca no hace más que ahondarlo.
El segundo eje es la importancia del tiempo en la política. Analizar la situación actual de la socialdemocracia requiere abordar procesos políticos de largo recorrido, en línea con las recomendaciones de investigadores como Paul Pierson. Resulta especialmente interesante la confesión del socialista Amato, primer ministro italiano a principios de los 90 y de los 2000, sobre los procesos de liberalización económica que supervisó: “No pudimos entender las consecuencias de lo que estábamos haciendo. No supimos ver el momento en que las pérdidas se volvieron mayores que los beneficios”.
La noción de que los gobiernos socialdemócratas consideraron sus posiciones en los años 80 y 90 como renuncias temporales, en vez de un compromiso duradero con los mercados, resulta más creíble en Italia –un país de ejecutivos débiles, donde el Partido Socialista siempre estuvo eclipsado por la democracia cristiana a su derecha y los comunistas a su izquierda– que en España. Pero eso no hace desmerecer sección dedicada a nuestro país, con un prólogo a cargo de Juan Andrade y posteriormente traducida en la revista CTXT. Destaca la entrevista a González que realizan Padilla, Adereth y José María Maravall. El formato abierto y académico abre la puerta unas cuantas elipsis y evasiones que quedan pendientes de réplica. Pero es una entrevista original, abierta y distinta a las que González habitualmente concede, donde admite creer, usando la expresión que da título al volumen, “en la economía de mercado pero no la sociedad de mercado”. La frontera entre ambas queda pendiente de delimitar.
“Hablando históricamente –señala Mudge en su capítulo–, los partidos socialdemócratas ocupan en los sistemas democráticos el espacio donde está el potencial de marcar la diferencia entre meros derechos y representación genuina”. Aunque sea solo por eso, su declive nos concierne a todos. Market Economy, Market Society proporciona un punto de partida excelente para entenderlo y tal vez corregirlo.