Diez años después del desmantelamiento del apartheid, Suráfrica presenta una economía moderna y diversificada, infraestructuras del primer mundo, un sistema financiero desarrollado hasta niveles anglosajones y unas enormes riquezas naturales. La primera potencia de África cuenta, además, con un marco institucional y de negocios comparable al de cualquier país occidental, así como un significativo grado de apertura y dependencia exterior.