POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 147

Siria: una crisis sin fin ni respuesta internacional

Salam Kawakibi
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Más de un año después de comenzar su revolución, los sirios han comprendido que no deben esperar nada del exterior. Ni la Liga Árabe ni la comunidad internacional ejercen la presión suficiente frente a la intransigencia de El Assad y su régimen del miedo.

El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información hace imposible vivir aislados del mundo. Los cambios políticos producidos en Europa Central y del Este tras la caída del muro de Berlín, así como la ola de democratización que recorrió los países de América Latina y África, dejaron a las poblaciones de los países árabes a su merced, convencidos de que el nuevo sistema mundial les daba de lado.

Las grandes potencias han sostenido durante mucho tiempo dictaduras y autocracias. En efecto, los países occidentales opinaban que las dictaduras existentes eran garantía de estabilidad regional, barrera contra el radicalismo islamista y fieles servidoras en el control de los flujos migratorios. Así, apoyaron enérgicamente el mantenimiento de regímenes duros y brutales, capaces, directa o indirectamente, de salvaguardar la seguridad de un aliado al que se perdonan todos los desmanes: Israel.

Las declaraciones de diversos gobiernos tras el estallido de la revolución árabe en Túnez, en enero de 2011 empujaban a la conclusión de que Siria no se encontraba en el mismo planeta que el resto. El “negacionismo” se vio fortalecido con la revolución egipcia, a la que acompañaron multitud de declaraciones oficiales que atribuían la cólera del pueblo egipcio contra sus dirigentes a los acuerdos de paz firmados con Israel en 1977. De igual modo, los medios de comunicación, estrechamente controlados, minimizaron los efectos de la “primavera árabe” en Siria…

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