ingenieros speed & scale
Autor: John Doerr
Editorial: Penguin Business
Fecha: 2021
Páginas: 448
Lugar: Nueva York

Si los ingenieros gobernaran el mundo

John Doerr, conocido inversor de capital riesgo, plantea una solución eminentemente técnica para lograr reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta es solvente, práctica y posible. Pero ignora las dinámicas sociales y los requerimientos políticos necesarios para luchar contra el cambio climático.
José Moisés Martín Carretero
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La literatura de ensayo ha generado un nuevo nicho editorial sobre los retos y vicisitudes que rodean a la emergencia climática. Abundan los libros que usan evidencias científicas para exponer el carácter antropogénico del mismo, al tiempo que algunas editoriales se atreven a publicar los textos de conocidos negacionistas, buscando también el mercado escéptico. Se multiplican las obras que apuntan a cambios civilizatorios, e incluso se han hecho célebres libros dirigidos al lector que busca medidas personales para reducir su huella de carbono, en una suerte de autoayuda climática. Sin embargo, no son tan abundantes los libros que se comprometen a establecer programas de acción concretos sobre las tecnologías y actuaciones efectivamente necesarias para lograr estos objetivos.

Speed & Scale, de John Doerr, intenta cubrir parte de este hueco con un plan concreto, efectivo y técnicamente viable para lograr reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta el año 2050. Doerr es un conocido inversor de capital riesgo, emprendedor y asesor, que hizo fortuna con el establecimiento del sistema de Objetivos y Resultados Clave (OKR, por sus siglas en inglés) para grandes empresas tecnológicas como Google, sistematizado en su libro de gestión empresarial Mide lo que importa (Conecta, 2019) y en una afamada charla TED. Doerr aplica este mismo método para el cambio climático, estableciendo diez objetivos: seis sustantivos (electrificación del transporte, descarbonización de la red eléctrica, reforma del sistema agroalimentario, protección de la naturaleza, descarbonización de la industria y captura de carbono); y cuatro transversales (ganar la política, activar los movimientos sociales, fomentar la innovación e incrementar las inversiones), todos ellos con sus correspondientes metas (o resultados clave), hasta un total de 55 líneas de actuación. El resultado de su aplicación sería lograr un planeta neutro en emisiones de gases de efecto invernadero en 2050.

 

«Su sencilla aproximación es descomponer las 59 gigatoneladas de gases de efecto invernadero en sus fuentes y exponer las soluciones técnicas existentes para cada una de ellas, señalando las tecnologías disponibles, las dificultades técnicas de implementación y las propuestas para superarlas»

 

Doerr es ingeniero de formación y su orientación a la acción y al detalle es evidente desde la primera línea del libro. Su sencilla aproximación es descomponer las 59 gigatoneladas de gases de efecto invernadero en sus fuentes y exponer las soluciones técnicas existentes para cada una de ellas, señalando las tecnologías disponibles, las dificultades técnicas de implementación y las propuestas para superarlas. Hasta ahí, el libro ofrece información completa, técnicamente solvente, pertinente y comprensible, en la línea marcada por esfuerzos similares (siendo quizá el más relevante el desarrollado por Paul Hawken en Drawdown, Penguin, 2017) y con una aproximación que resultará familiar a los lectores de Bill Gates (Cómo evitar un desastre climático, Plaza y Janés, 2021). En definitiva, los primeros seis capítulos del libro serán de gran utilidad para ingenieros, emprendedores, inversores y todas aquellas personas interesadas en revisar el estado del arte en la lucha contra el cambio climático.

 

Tecnocracia sin política

No estamos tan seguros de que el libro satisfaga las expectativas de economistas, politólogos y sociólogos. Su aproximación tecnocrática demuestra un grado de reflexión menos maduro sobre las dinámicas sociales que envuelven al cambio climático. Apenas dedica atención a los perdedores de la transición, prácticamente no estudia sus efectos distributivos (tres metas relacionadas con la equidad) y subestima las resistencias al cambio. La sensación que queda tras leer el libro es “si esto es tan fácil, tan bueno y tan necesario, ¿por qué no lo estamos haciendo ya?”. Una pregunta que sonará familiar a los reformistas novatos en cualquier tipo de campo.

 

«El plan de Doerr es una aplicación de su propia metodología de actuación: descomponer problemas grandes en problemas pequeños e ir arreglándolos uno por uno. Una aproximación de éxito en proyectos empresariales, que resulta difícil de transferir a sociedades complejas»

 

Y es la respuesta a esa pregunta la que es difícil encontrar. El plan de Doerr es una aplicación de su propia metodología de actuación: descomponer problemas grandes en problemas pequeños e ir arreglándolos uno por uno. Una aproximación de éxito en proyectos empresariales que resulta difícil de transferir a sociedades complejas. En su defensa, Doerr recuerda que el plan de Roosvelt para ganar la Segunda Guerra Mundial eran seis puntos escritos en una servilleta, y que a veces lo que se necesita es simplicidad y sencillez en el establecimiento de objetivos: “¿acaso el problema que intentamos resolver es más complicado que ganar la Segunda Guerra Mundial?”.

En conclusión, el libro de Doerr expone con claridad, y precisión las metodologías y tecnologías disponibles para eliminar el complejo problema del cambio climático. Desde ese punto de vista, su aportación es muy valiosa y la escribe de una manera muy convincente. Por esto mismo, por la riqueza de sus detalles, y por la ingenuidad en los componentes sociales, económicos y políticos de sus medidas, la sensación que transmite una lectura honesta es que el tamaño de los retos es tan grande que, o dirigimos el mundo como Roosevelt dirigió Estados Unidos entre 1942 y 1945 –esto es, a través de un estado de guerra con un gobierno y una sociedad totalmente alineados hacia un objetivo– o las divergencias, divisiones y oposiciones de las medidas pueden malograr nuestros planes. Para bien o para mal, el mundo ni es un mecanismo de relojería ni lo dirigen ingenieros.