Autor: Juan Moscoso del Prado
Editorial: Deusto
Fecha: 2014
Páginas: 278
Lugar: Barcelona

Ser hoy de izquierdas

Jorge Tamames
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¿Qué significa ser socialdemócrata en el siglo XXI? Juan Moscoso del Prado, economista, politólogo y diputado del PSOE, intenta dar respuesta a esta pregunta en su reciente libro, Ser hoy de izquierdas. Lo hace en compañía de Matt Browne, exdirector del think tank progresista Policy Network. El resultado, por desgracia, deja que desear. Más que establecer una hoja de ruta para la izquierda, Moscoso ahonda en la confusión que ha llevado a la socialdemocracia al borde de su crisis terminal. El resultado es un libro a partes diagnóstico y a partes síntoma de los males que azotan a la izquierda europea.

Un primer problema lo plantea la contradicción que supone, a estas alturas, reivindicar la socialdemocracia y el legado del PSOE al mismo tiempo. Con un prólogo de Alfredo Pérez Rubalcaba y un epílogo de Felipe González, el libro de Moscoso bien pudiera titularse Ser de izquierdas hace treinta años. Es “la obra del PSOE” la que “reivindica hoy masivamente una desconcertada sociedad”, afirma el autor, señalando que el Estado del bienestar español fue diseñado durante los gobiernos de González. Más que desconcertada, la sociedad española está desencantada: con unos partidos anquilosados, unos políticos corruptos, una justicia politizada, y unas políticas de recortes aplicadas tanto por el PP como por el PSOE. “Estamos obligados a ser, de nuevo, los grandes reformadores de nuestro país”, declara Moscoso. No tan deprisa. Las encuestas dan al PSOE un 29% de intención de voto: más que el PP, pero  menos de lo que necesita para arrogarse semejante mandato. Ocurre que las últimas “reformas” del PSOE dejaron mal sabor de boca, especialmente entre su propio electorado.

El problema, parece ser, es que no hay alternativas. Si el PSOE es desbancado, será  sustituido por partidos que carecen una aproximación a la política “racional, sensata y cerebral”. Ya se sabe, yo o el caos. Aúllan y piden votos los hunos y los hotros, pero el partido de Moscoso es el único que ha adoptado una “aproximación científica a la política”, en la desafortunada expresión de su secretario general. Algún día el PSOE necesitará replantear su relación con el resto de la izquierda española, que, al igual que Teruel, existe.

El análisis de los problemas de la izquierda, a pesar de todo, es urgente. Que la socialdemocracia está en crisis es evidente. Y es imposible plantear este problema sin echar en falta a Tony Judt. Al final de su vida, el  historiador británico se volcó en una crítica inmisericorde de la socialdemocracia con la que siempre estuvo comprometido. En su diana estaban políticos como Bill Clinton y Tony Blair, defensores de una “tercera vía” entre la socialdemocracia tradicional y el capitalismo a ultranza. Un neoliberalismo con rostro humano, en el que conquistas como el Estado de bienestar pasaron de considerarse derechos sociales a lastres que recortar. En el que un lenguaje economicista de competitividad, incentivos y recompensas sustituyó al de la justicia social. “Nuestra incapacidad es discursiva”, sentenciaba Judt en su monumental Algo va mal. “Ya no sabemos cómo hablar de estos temas. Durante los últimos treinta años, al preguntarnos si apoyamos una medida, reforma o iniciativa, nos hemos restringido a pensar en términos de ganancias y pérdidas –consideraciones económicas en el sentido más limitado”. Judt reclamaba para la izquierda un lenguaje propio, poderoso e inspirador: un lenguaje insuflado con la fuerza de la indignación. Es una lástima que falleciese en el verano de 2010.

Moscoso tiene la lucidez para entender que “la crisis actual de la socialdemocracia es en gran medida la crisis de la Tercera Vía”. Por desgracia esa lucidez le abandona en momentos clave.  En ocasiones da la impresión de que Moscoso, que ha leído a Judt, no ha olvidado nada ni aprendido nada. Por eso, tras citarlo recurrentemente, escribe una frase como la siguiente:

“Creceremos cuando produzcamos nuevos productos y servicios competitivos utilizando los recursos ociosos, en particular las ingentes bolsas de parados que existen en países como España, en nuestro caso sin apenas formación ni conocimientos”.

Este lenguaje aséptico es el que George Orwell –y su heredero, Judt– denunció hasta la saciedad. Los parados no son bolsas de recursos ociosos. Detrás del desempleo hay una realidad dolorosa: la de un país que ha dejado de necesitar a una cuarta parte de su mano de obra, que condena al resto a la precariedad laboral mientras recorta los pilares básicos del Estado del bienestar. Un país en el que, incluso ahora, una minoría absoluta vive mejor que nunca. Este es el reto al que hacemos frente en nuestra época: el de una desigualdad que amenaza con sepultar las conquistas sociales del siglo pasado y retraernos al anterior.

Articular un discurso capaz de confrontar esta realidad es la tarea de la  socialdemocracia en nuestro día. Y Moscoso es reacio a dar ese paso. “La izquierda debe olvidar el discurso de clases”, anuncia. La izquierda debe dar respuesta a indignaciones como “la medioambiental, la social, la de las opciones sexuales», porque la sociedad ya no se define “por su relación con el mundo del trabajo”.

Está equivocado. Tal vez hoy no tenga sentido hablar de proletarios y burgueses, pero las tensiones entre parados, nimileuristas y el 1% son, mal que le pese, contradicciones entre grupos definidos «por su relación con el mundo de trabajo». Son tensiones de clase. El ecologismo no puede ser el “eje central” de un ideario de izquierdas, como propone Moscoso. Para eso ya están los partidos ecologistas. Tampoco la lucha por los derechos LGBT puede ser el proyecto vertebrador de un partido socialdemócrata, ni el lenguaje no sexista su prosa. No se trata de ignorar estas cuestiones, sino de señalar que la izquierda pierde tiempo, fuerza y votos mientras no convierta la lucha contra la desigualdad en el núcleo duro de su agenda.

La situación de la socialdemocracia hoy es tan precaria, tan lastimosa después de 30 años a la deriva, que no basta con proponer una serie de reformas sensatas como hace Ser hoy de izquierdas. La izquierda necesita generar indignación. Al leer a Moscoso se echa de menos una idea fuerza capaz de mover corazones y mentes.  Se echa a de menos a Tony Judt.