- – El Consejo de Seguridad. El órgano más decisivo de Naciones Unidas tiene cinco miembros permanentes: Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido. Esta foto fija del resultado de la Segunda Guerra Mundial se complementa con diez miembros no permanentes elegidos por la Asamblea General por periodos de dos años. Los cinco miembros permanentes monopolizan el crucial poder de veto sobre las resoluciones del Consejo, desde la imposición de sanciones al despliegue de misiones de paz pasando por la autorización del uso de la fuerza.
- – Las crecientes y profundas divisiones entre Estados Unidos, Rusia y China han terminado por paralizar el funcionamiento del Consejo de Seguridad, coincidiendo con retos como las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, amenazas a la salud global, proliferación de armas nucleares y cambio climático. En la práctica, el Consejo se dedica a exonerar aliados y justificar lo injustificable.
- – Sobre todo desde el final de la Guerra Fría, se viene debatiendo la reforma de una organización construida a partir de un mundo ahora inexistente. El principal foco de estas discusiones se centra en añadir nuevos miembros. La Administración Biden ha defendido la opción de integrar a países de África, América Latina y el Caribe.
- – Obstáculos. Las rivalidades y los intereses se han convertido en el principal obstáculo para estos intentos de cambio. Aunque todo el mundo quiere una reforma del Consejo de Seguridad, no hay un acuerdo sobre qué países incluir y con qué poder. Brasil e India, por ejemplo, querrían tener puestos permanentes en el Consejo, pero sus rivales regionales se oponen con vehemencia. Cualquier revisión supone modificar la Carta de la ONU, lo que requiere el voto de dos tercios de los 193 Estados miembros y también la unanimidad de los cinco miembros permanentes del Consejo.
- – Reforma con minúscula y mayúscula. Aunque ningún miembro permanente del Consejo está dispuesto a perder su poder de veto, como alternativa se cita con frecuencia una iniciativa de 2022 presentada por Liechtenstein. Según esta opción, cualquier veto por parte de los cinco miembros permanentes debería ser debatido en la Asamblea General. Aunque este proceso no puede anular un veto, eleva el coste político de que los llamados P5 ejerzan su poder unilateral. Aumentar el número de sillas en el Consejo de Seguridad, tanto rotativas como permanentes, es otra posibilidad. Algo ya asumido por Naciones Unidas en 1965 cuando el Consejo pasó de tener once miembros a quince.
- – África. Entre los bloques con mayores aspiraciones a corregir este déficit de representación destaca África. Los asuntos africanos constituyen casi el 50% de la actividad diaria del Consejo y la mayor parte de sus resoluciones relativas a la paz y la seguridad. El continente, y sus 54 países, también representa más de una cuarta parte de los Estados miembros de la ONU con una población conjunta de más de mil millones de personas.