Pan, libertad y justicia social… Tres palabras que han acabado con los regímenes de algunos países del Sur del Mediterráneo, coreadas por millones de jóvenes que se echaron a las calles pidiendo trabajos decentes y dignidad humana. Influida por los cambios políticos y los retos socioeconómicos de ambas orillas, la región mediterránea ha sido testigo de situaciones difíciles y críticas que hacían necesarias nuevas acciones y medidas compartidas para responder a las necesidades no satisfechas de los jóvenes y las mujeres.
La región del Norte de África y Oriente Medio (MENA) padece unas tasas de paro elevadas y escasez de trabajos decentes, sobre todo entre jóvenes y mujeres. Las limitaciones culturales, unidas a unos sistemas educativos ineficaces, entre otros factores importantes, han dejado a muchos ciudadanos fuera del mercado laboral. Además, la economía informal sigue teniendo mucha importancia y las perspectivas de creación de empleo son muy sombrías. El sector privado y el empleo autónomo tendrán que absorber el exceso de mano de obra durante los años venideros. De acuerdo con el Programa de Inversión MENA-OCDE, se calcula que deberán crearse 25 millones de puestos de trabajo durante la próxima década para mantener el nivel de paro actual.
El empleo, a diferencia de otros sectores de la economía, es un problema transversal al que no se puede responder de forma independiente. Esto hace que a los responsables políticos les resulte especialmente complejo atajarlo. De hecho, la creación de empleo es consecuencia tanto de medidas sectoriales específicas como de políticas macroeconómicas sólidas, puesto que un entorno empresarial favorable y una economía competitiva son, en última instancia, los motores principales del empleo. Sin embargo, el crecimiento económico no siempre va acompañado de una creación de empleo suficiente. Esta es la razón por la que hay una especial necesidad de políticas activas específicas que…