El presente artículo no es sino un modesto intento de poner en práctica lo que Schumpeter denominó visión, esto es, la aplicación de puntos de vista “nuevos” a los hechos “viejos” mediante la utilización de razonamientos no convencionales respecto a los lugares comunes de nuestra existencia cotidiana. Y ello, claro está, con referencia a la economía española en lo que atañe a sus relaciones con el resto del mundo y a las repercusiones que tales relaciones tienen sobre la situación interior.
En aras de una mayor claridad expositiva, renuncio deliberadamente desde el principio a la apoyatura de cuadros y tablas estadísticas, así como al uso de gráficos especializados o formulaciones matemáticas que dificultarían al lector no familiarizado con unos y otras la secuencia del hilo discursivo.
Comenzaré trayendo a colación una distinción –a mi entender funda- mental– entre fines básicos de la política que, en lo económico, debe perseguir a largo plazo una sociedad occidental, de aquellos otros fines instrumentales que, para lograr el cumplimiento de los primeros, debe esforzarse en conseguir un Gobierno en su enfrentamiento diario con los problemas permanentes del país cuyos destinos rige.
Aun a riesgo de simplificar en exceso, creo que existe un acuerdo general en incluir entre los primeros:
- La puesta a disposición de la sociedad de un conjunto creciente, en calidad y en cantidad, de bienes, tanto individuales como colectivos, con que los miembros de aquélla puedan satisfacer sus necesidades.
- Lograr una distribución equitativa de la producción nacional.
- Conseguir una asignación más eficiente de los recursos productivos nacionales.
- Hacer compatible con los anteriores el mayor grado posible de libertad personal en el seno de la sociedad.
Las diferencias programáticas radicarán en el mayor o menor hincapié que cada agrupación política ponga en su cumplimiento o, si se prefiere, en el orden…