¿Servirá la experiencia adquirida durante la crisis financiera para que Europa mejore o europeíce su política económica? La respuesta debería ser «sí», pero la realidad parece ser otra.
La crisis económica ha sido dura, pero ahora parece poco probable que conduzca a una recesión profunda como las que el mundo ha conocido en el pasado. Los dirigentes políticos -cómo no- se han atribuido ese mérito en su reunión del G-20 celebrada en Pittsburgh (Estados Unidos) en septiembre, y no cabe duda de que su decidida intervención para contrarrestar la crisis ha ayudado bastante, pero también ha sido fundamental el efecto positivo de los resultados relativamente buenos de India y China (y otros países emergentes) en nuestras economías globales y abiertas.
Ahora la pregunta es si realmente estamos saliendo de la crisis. Podría resultar útil contemplar la crisis como una serie de acontecimientos o subcrisis. Empezó con la crisis financiera, a la que siguió una crisis económica que, a su vez, ha llevado a una crisis social o del empleo. Aunque podemos esperar que la crisis financiera haya terminado y que estemos contemplando una normalización de la función de las instituciones financieras en la sociedad, todavía vamos a enfrentarnos a un crecimiento económico lento en la mayoría del mundo industrializado, al menos hasta bien entrado 2010. Y todo indica que el paro seguirá creciendo (quizá durante bastante tiempo).
Esto tiene unos riesgos políticos considerables. La crisis financiera ha sido realmente algo a lo que podían hacer frente los políticos modernos, que hacen planes a corto plazo y son dados a la manipulación. Rescatar a los bancos y castigar a algunos de los que peor se han comportado, al tiempo que se les culpa de una conducta irresponsable y se les amenaza con limitar sus primas y salarios, son decisiones que dan…