La historia nos enseña que Rusia no es tan fuerte como parece cuando parece fuerte, pero tampoco es tan débil como parece cuando parece débil. La guerra de Ucrania ha venido a confirmarlo. Así, al inicio del conflicto, el mundo entero quedó sorprendido por el gran fracaso militar ruso y hoy, la gran potencia euroasiática está resistiendo mucho mejor de lo que se le creía capaz. Una y otra vez, desde que en 2014 Estados Unidos y sus aliados introdujeron sanciones en respuesta a la anexión de Crimea, la economía rusa ha demostrado ser bastante más resiliente de lo esperado. El conflicto armado se alarga, degenera en una guerra de desgaste y, por primera vez desde el inicio de la contienda, Ucrania parece haber perdido la buena estrella.
Estados Unidos tiene poderosas capacidades militares convencionales que podría dar a las Fuerzas Armadas ucranianas para romper el equilibrio operativo en el frente. Sin embargo, las está entregando de forma medida y progresiva lo que, acumulado en el tiempo, resulta en un coste y un volumen mayores de lo que resultaría si se les hubiera provisto de forma oportuna y concentrada.
Así pues, el chantaje nuclear del Kremlin está dando resultado; unos lo llaman auto-disuasión, otros opinan que acercar a Rusia al abismo de una grave derrota es un riesgo inasumible. El hecho es que, cuando apareció el arma nuclear, “la guerra con mayúsculas” cambió para siempre. Robert Oppenheimer sintió un pesado lastre en su conciencia cuando se dio cuenta de que había sacado al genio de la botella. Este dilema paralizante se ha convertido en el nudo gordiano de la geoestrategia no solo de la guerra de Ucrania sino también global. En marzo de 2023, superado un año de guerra, las Naciones Unidas advirtieron de que el riesgo del uso de…