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Rumbos convergentes entre India y América Latina

Luis Esteban G. Manrique
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En 2011 el comercio bilateral entre India y ALC aumentó un 45 por cien, hasta los 25.000 millones de dólares, el 0,8 por cien del comercio exterior de ALC. En 1991 esa cifra era de menos de 500 millones de dólares y las previsiones apuntan a que se podría triplicar en 2015.

 

En 1492 los descubridores europeos no buscaban América, cuya existencia desconocían: buscaban la India, el exótico subcontinente cuyas míticas riquezas habían inflamado la imaginación europea desde las lejanas conquistas de Alejandro Magno. Por ello, a lo largo del periodo colonial, las vastas regiones donde se encontraban las colonias americanas de los imperios europeos se llamaron las Indias occidentales y sus pobladores nativos “indios”.

 

Durante siglos, esa fortuita coincidencia nominal no significó casi nada en los hechos. Pero la globalización, que ha acelerado la consolidación de los nuevos vínculos Sur-Sur, está haciendo que sus destinos se vuelvan a cruzar. Más de un millón de personas de origen indio vive en Guyana, Jamaica, Surinam o Trinidad y Tobago. El premio Nobel de Literatura británico de origen indio, Vidiadhar S. Naipaul, nació en 1932 en Trinidad. En otras partes, el número de emigrados es pequeño, pero desempeñan un papel importante como hombres de negocios y académicos.

 

Casi en sus respectivas antípodas –un vuelo de Santiago de Chile a Mumbai, de 14.000 kilómetros, por ejemplo, tarda unas 30 horas y tiene dos escalas–, India y América Latina y el Caribe (ALC) están separados por la geografía, pero también por las asimetrías que corresponden a las diferencias de su crecimiento demográfico y económico, sus particulares experiencias coloniales y desarrollo político y constitucional…

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