Los desafíos fundamentales a los que se enfrenta la civilización mundial en los comienzos del nuevo siglo son estabilizar el clima y la población. El éxito en estos dos frentes facilitaría la solución de otros retos, como frenar la deforestación o proteger la diversidad de plantas y animales. Si no se logran los dos primeros objetivos, no habrá un solo ecosistema que salvar.