La globalización del comercio mundial a través de las instituciones de Bretton Woods no ha dado muchos resultados en las últimas dos décadas y media. La Organización Mundial del Comercio (OMC) se ha involucrado en diferentes negociaciones multilaterales sobre comercio bien definidas, la más reciente la Ronda de Doha para el Desarrollo, que por desgracia ha cosechado escasos frutos. En la reunión ministerial de Bali (diciembre de 2013) se acordó mejorar la facilitación del comercio –un tema que interesa a los países desarrollados– y se contrajo el compromiso de mejorar determinadas cuestiones relacionadas con los Países en Desarrollo y de Rentas Bajas (LIDC por sus siglas en inglés).
Los principales países comerciales han tenido que soportar infinitas negociaciones desde que concluyó la Ronda de Uruguay en 1994. No se había conseguido ninguna mejora multilateral seria en el actual sistema de comercio mundial. Al mismo tiempo, el universo del comercio mundial había afrontado vientos de cambio que básicamente exigen que las partes establezcan nuevas normas para mantener el sistema en funcionamiento. Las complejidades inherentes al mundo actual aumentan aún más la dificultad de esta empresa.
El peso creciente de las economías emergentes ha transformado la supremacía de las economías avanzadas –en particular la del Grupo Cuadrilateral o “Quad” (Estados Unidos, Unión Europea, Canadá y Japón)– a la hora de formular las nuevas normas para la liberalización del comercio. En cierto modo, la denominada Agenda de Desarrollo de la Ronda de Doha pretendía corregir las asimetrías implícitas de la Ronda de Uruguay, una consecuencia de la firmeza de las economías avanzadas. Por tanto, el Quad no puede por sí solo aumentar la liberalización necesaria en el complicado entorno comercial de hoy.
Pero muchos informes recientes del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio…