Las últimas elecciones de medio mandato en Estados Unidos incrementaron el número de mujeres y minorías étnicas en el Congreso. Hay un menor conocimiento, no obstante, de cómo quedó el equilibrio de congresistas sin estudios universitarios, hijos de familias trabajadoras o miopes. Parece un detalle absurdo, pero no lo es. No todas las características personales definen el escenario político de la misma manera. Una noción con importantes consecuencias para el funcionamiento de la democracia y sobre la que reflexionan dos libros publicados recientemente en castellano: Identidad, de Francis Fukuyama, y Las mentiras que nos unen, del filósofo anglo-ghanés Kwame Anthony Appiah.
Aunque los dos textos reflexionan sobre la definición de identidad y las formas en que esta determina el debate político, las estrategias, puntos de vista y conclusiones alcanzadas no pueden ser más distintas. Empezando por la definición misma del término identidad. Appiah basa su análisis en un concepto muy parecido al de la psicología cognitiva: un conjunto de mecanismos que nos hacen imputar características a individuos sin necesidad de conocerlos en profundidad, por el mero hecho de clasificarlos dentro de un grupo (si es inglés, seguro que bebe té; si es andaluz, probablemente sea gracioso). Siguiendo esta definición, Appiah considera la existencia de identidades diferentes como algo inevitable, que no siempre parte del individuo: también le pueden ser impuestas desde fuera. Dos premisas que no coinciden con la definición de Fukuyama, basada en la percepción personal y la autorrealización.
Las mentiras que nos unen. Repensar la identidad
Kwame Anthony Appiah
Barcelona: Taurus
2019, 336 págs.
A partir de su definición, Appiah repasa las grandes identidades –religiosas, étnicas y de clase– que han marcado la política a lo largo de la historia. Su objetivo es convencer al lector de que el principal error cometido a la hora de…