La imagen de Tierra Santa nos ofrece, en primer lugar, varios miles de peregrinaciones y viajes espirituales. El turismo religioso de esta parte del planeta se sumerge en un pasado rico en tradiciones y un inmenso patrimonio histórico y monumental. En él se entrecruzan culturas y civilizaciones, en torno a las tres grandes religiones monoteístas. Las barreras y la inestabilidad que Tierra Santa conoce hoy en día no impiden que acudan millones de visitantes. Ésta es la intolerable paradoja de esta región del mundo, donde el turismo religioso, vector de conocimiento, diálogo y comprensión entre los pueblos, se convierte en un motor extraordinario de desarrollo local y confianza recíproca.