Una diferencia clara entre los Estados de Oriente Medio y Norte de África (MENA, por sus siglas en inglés) y los países de la región del Cuerno de África es la relativa estabilidad de la que disfrutan los primeros, mientras que los segundos siguen caracterizándose por conflictos prolongados, inestabilidad y tensiones geopolíticas que los hacen especialmente vulnerables a las influencias externas tanto en el plano mundial como en el regional.
En el Cuerno de África viven más de 190 millones de personas (Wormer y Berretta, 2023). Al igual que el Golfo, la región es predominantemente musulmana y ambas están unidas también por la migración (The Economist, 2019). De ello se deduce que factores como la proximidad geográfica y las intersecciones históricas, culturales y, más recientemente, económicas de los actores estatales implicados a ambos lados han ido configurando la política exterior de cada uno de ellos de una manera sin precedentes y con implicaciones globales.
Las dinámicas geopolíticas actuales en el Cuerno de África, como el restablecimiento de las relaciones entre Etiopía y Eritrea en 2018, la continua implicación de las monarquías del Golfo y Turquía en Somalia, los acontecimientos políticos que llevaron al derrocamiento de Omar al Bashir, entre ellos la guerra que tiene lugar en Sudán, y la expansión e influencia de la política exterior de Irán en el mar Rojo, ponen de relieve las relaciones políticas de los países de la región MENA en África Oriental, y en el Cuerno de África en particular. De hecho, Donelli (2020) cree que países como Arabia Saudí, Egipto e Israel han estado implicados en el Cuerno de África desde la década de los setenta; otros, como Turquía, Irán, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Catar, lo están desde hace casi dos décadas. Estas relaciones han experimentado una importante consolidación en los últimos tiempos, suscitando así el interés de expertos mundiales y poblaciones locales. Por ejemplo, en la primavera de 2019, los sudaneses protestaron contra la injerencia de los Estados del Golfo en la complicada transición política del país.
Los países MENA presentan sus propias vulnerabilidades. Como han señalado Aïdi, Hisham et al. (2024), los estudios relacionados con los levantamientos árabes de 2011 en la región estaban tan impactados por el hecho novedoso de que la revuelta en Túnez tuviese éxito, que no apreciaron el contexto africano de episodios de gran contención política durante casi una década. Los estudios africanos que se ocupan de conflictos y transiciones controvertidas en países como Sudán y Libia, no supieron apreciar cómo los patrones de intervencionismo, que habían evolucionado en Oriente Medios tras las revueltas, influirían en las trayectorias de los dos países.
El artículo realiza un análisis multinivel basado en el enfoque realista neoclásico. Según Ripsman, Norrin M. et al. (2016), el realismo neoclásico es un método de análisis de la política exterior que trata de comprender la política internacional teniendo en cuenta la naturaleza del sistema internacional, es decir, el entorno político en el que interactúan los Estados. En general, el artículo ofrece una evaluación de los factores que subyacen tras la influencia de los Estados MENA en la política del Cuerno de África y de cómo responden los países africanos afectados desde la perspectiva de su política exterior. El análisis intenta poner de relieve que esos factores determinantes pueden demostrar también la mutación que han experimentado en los últimos 15 años las relaciones de los países MENA, y en particular las de los Estados del Golfo, que han pasado de un planteamiento humanitario-diplomático a otro centrado en la seguridad y la política.
Factores determinantes de las relaciones políticas
Varios factores están detrás de las prósperas y a veces problemáticas relaciones entre el Cuerno de África y los principales países de la región MENA. Algunos autores han aportado contribuciones significativas a la comprensión de la interacción de las relaciones políticas y de hasta qué punto el Cuerno de África ha resultado perjudicado en sus interacciones con los países MENA.
En su artículo The Race for Bases, Ports, and Resources in the Horn of Africa Heats Up [La carrera por las bases, los puertos y los recursos en el Cuerno de África se calienta), Horton (2019) señala que el creciente interés por el Cuerno de África se debe a dos motivos. En primer lugar, los principales países del Cuerno (Eritrea, Etiopía, Somalia y Yibuti) se consideran el punto de entrada de las potencias de Oriente Medio a África y sus enormes recursos naturales. Somalia, Yibuti y Eritrea se encuentran en la línea costera que constituye uno de los corredores marítimos más importantes del mundo desde el punto de vista estratégico. Solo en 2018, aproximadamente 6,2 millones de barriles diarios de productos derivados del petróleo transitaron por el estrecho de 30 kilómetros, el Bab al Mandeb, situado entre Eritrea, Yibuti y Yemen. En segundo lugar, los principales Estados del Golfo (Arabia Saudí, EAU y Catar) han intensificado su implicación en el Cuerno de África por razones geoestratégicas y económicas.
Del mismo modo, Mahmood (2020) sostenía que la mayor implicación de los Estados del Golfo en el Cuerno de África ha acaparado gran atención en los últimos años, sobre todo por la proliferación de infraestructuras militares, puertos y el aumento de la ayuda militar y económica. Pero, por otro lado, sigue siendo cuestionable el papel que han desempeñado los países de Oriente Medio en los intentos de resolver algunos de los conflictos más difíciles del Cuerno de África, grandes esfuerzos que en algunos casos son anteriores a los compromisos más recientes en materia de paz, seguridad y economía. No obstante, países como Catar, Arabia Saudí, EAU y Turquía han demostrado un interés más profundo en la resolución de los conflictos del Cuerno de África, más allá de las preocupaciones comerciales y militares. Catar, en particular, lleva participando en los esfuerzos de pacificación desde 2008, mediando en las conversaciones entre Sudán, las facciones somalíes, Eritrea y Yibuti. El enfoque de Catar ha sido distinto, al implicar las fuerzas terrestres en un proceso político en estos países.
Otro factor significativo es la demografía. Como señala Dunne (2021) en su artículo The Complicated Nature of Red Sea Geopolitics [La complicada naturaleza de la geopolítica del mar Rojo], se prevé que la región que comprende las naciones ribereñas del mar Rojo a lo largo de la costa nororiental de África y la Península Arábiga experimente un enorme crecimiento demográfico, pasando de la población de unos 620 millones a casi 1.300 millones a principios de la década de 2050, con el consiguiente aumento del PIB en el mismo periodo de 1,8 billones a 6,1 billones de dólares. Por desgracia, la mayor parte de las zonas costeras africanas siguen estando muy subdesarrolladas y carecen de infraestructuras y de grandes puertos comerciales de aguas profundas. Sin embargo, a medida que se hace patente el potencial de la región, también aumentan los intereses políticos, económicos y militares, así como los conflictos armados y la inestabilidad política.
Con tanto en juego, otros países como Turquía, Egipto e Irán luchan también por el acceso y la influencia en la región. Como señala Eric Lob (2024) en su artículo Iran’s intervention in Sudan’s civil war advances its geopolitical goals – but not without risks [La intervención de Irán en la guerra civil de Sudán favorece sus objetivos geopolíticos, pero no sin riesgos], el papel de Teherán a la hora de financiar y armar a los proxies en Oriente Medio ha despertado un interés especial desde el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023, mientras que su intervención militar en Sudán ha recibido poca atención. Entre diciembre de 2023 y enero de 2024, Irán suministró varios aviones no tripulados de reconocimiento y combate Mohajer-6 de alcance medio al presidente Abdel Fattah al Burhan y a las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF, por sus siglas en inglés), en una clara señal de que cada vez utiliza más su implicación en las zonas de conflicto africanas para promover sus ambiciones militares, comerciales y, sobre todo, geopolíticas. El armamento de las SAF contribuye tanto a los objetivos geopolíticos más amplios de Irán como a su competencia con rivales regionales como Arabia Saudí, EAU e Israel. Teherán también se involucró en Etiopía durante la guerra de Tigray de 2020-2022.
Egipto y Turquía complican aún más las relaciones políticas, ya que cooperan estrechamente con sus aliados del Golfo al tiempo que se involucran con los países del Cuerno y de África Oriental en general. En su artículo Why are Gulf countries so interested in the Horn of Africa [¿Por qué los países del Golfo están tan interesados en el Cuerno de África?], T.G. (2019) afirma que la rivalidad que enfrentó en 2017 a Arabia Saudí y EAU, por un lado, y a Catar y Turquía, por el otro, tuvo un impacto significativo en el Cuerno de África. Mientras Turquía se abría paso en la región fomentando unas relaciones estrechas con el gobierno de Somalia y asegurándose lucrativos contratos de infraestructuras para las empresas turcas, los Estados del Golfo intentaban obligarla a retroceder. Motivados por la cada vez menor influencia de Estados Unidos en su patio trasero, tanto Arabia Saudí como EAU también han sentido la imperiosa necesidad de adoptar una postura de más fuerza en el Cuerno de África.
No obstante, Mahmood (2020) argumentaba acertadamente que los esfuerzos de Ankara se ven reforzados por su ambición de posicionarse como líder del mundo musulmán y pone como ejemplo a Somalia. Es más, Turquía y Catar también han apoyado conjuntamente a las redes de los Hermanos Musulmanes en el Cuerno de África y Egipto, aunque hasta la fecha esto no se haya traducido en esfuerzos coordinados de resolución de conflictos entre ambos.
En cambio, los estrechos lazos entre Arabia Saudí y Egipto han atraído una atención especial en relación con la guerra en Sudán y las tensiones entre Etiopía y Egipto por la construcción de la Presa del Renacimiento por parte de la primera en el Nilo. Según Dunne (2021), teniendo en cuenta las amenazas globales a la estabilidad, Egipto, como potencia del mar Rojo desde la época faraónica, ha seguido de cerca los acontecimientos políticos en toda la región. Al Cairo le preocupa la usurpación de su influencia tradicional en toda la costa occidental del mar Rojo, especialmente en Sudán, debido al aumento de la presencia de armadas y fuerzas militares extranjeras, pero también a las limitaciones de su libertad de acción en relación con la Presa del Renacimiento, lo que está obligando a Egipto a adaptar su postura.
Por último, tanto el Cuerno de África como los países de la península Arábiga se encuentran en la misma situación compleja en cuanto a seguridad. Comparten amenazas y desafíos similares, especialmente en el mar Rojo y el corredor del golfo de Adén, lo que puede limitar la implicación de los países de Oriente Medio en el Cuerno de África si quieren mitigar los posibles efectos indirectos negativos.
Impacto de las relaciones políticas en la seguridad
La seguridad es un factor subyacente de suma importancia en la base de las relaciones políticas del Cuerno de África con los países de la región MENA. Como destaca el International Crisis Group (2019) en su informe sobre Oriente Próximo Intra-Gulf Competition in Africa’s Horn: Lessening the Impact [Competencia intragolfo en el Cuerno de África: disminuir el impacto], el conflicto a un lado del mar Rojo puede perfectamente crear inestabilidad en ambas costas, una perspectiva que los responsables políticos del Golfo reconocen, pero no reflejan en sus acciones. Al contrario, los gobiernos del Golfo exportan inestabilidad a una región del Cuerno ya de por sí volátil, lo que conlleva riesgos y consecuencias potenciales como la piratería, la violencia política, la delincuencia transnacional o la afluencia de refugiados. Aunque la preferencia de Arabia Saudí y EAU por unos Estados seguros puede sofocar temporalmente los disturbios callejeros, podría también ahondar los agravios e intensificar las divisiones, allanando el camino para futuros disturbios. Por otro lado, el apoyo de Catar y Turquía a los partidos islamistas también puede causar malestar o desencadenar reformas sociales capaces de aumentar las tensiones y de alinear aciertas capas de la sociedad en los países del Cuerno de África y de África priental donde intervienen.
En Sudán, desde el derrocamiento de Omar al-Bashir en 2019, las fuerzas de seguridad no han logrado congregarse bajo una autoridad militar unificada. En consecuencia, en abril de 2023 estalló una guerra brutal que ya ha matado al menos a 13.000 personas, herido a más de 33.000 y desplazado a millones más. Tras años de relativa paz, la población vuelve a ser masacrada en la región meridional de Darfur (Lob, 2024). El conflicto actual se ha iniciado en parte debido a la falta de voluntad política y a la búsqueda de intereses egoístas en el frente interno, pero también a las interacciones geopolíticas en las que participan los Estados del Golfo, Egipto, Irán y otros, y que han empeorado las cosas, con implicaciones de gran alcance para la seguridad.
Por ejemplo, Kurtz (2024), en su informe Power Relations in Sudan after the Fall of Bashir [Relaciones de poder en Sudán tras la caída de Bashir], afirma que las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) bajo el mando de Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, ya eran un actor poderoso y rico cuando Bashir fue derrocado, especialmente tras el lucrativo uso de mercenarios en la guerra de Yemen por cuenta de EAU y Arabia Saudí. Los recursos adicionales de poder tanto para las RSF como para las SAF residen en sus relaciones exteriores privilegiadas y a menudo personalizadas. Las SAF del presidente Al Burhan mantienen estrechas relaciones con Egipto, Turquía e Irán, al tiempo que se benefician de las entregas de drones turcos a través de Egipto, así como de drones y otras armas procedentes de Irán. Del mismo modo, Hemedti mantiene estrechas relaciones con EAU, que le suministran armas a través de Chad. Paradójicamente, tanto las SAF como las RSF cooperan con el grupo Wagner y el gobierno ruso y mantienen buenas relaciones con Arabia Saudí.
En resumen, Dunne (2021) ha sostenido acertadamente que la actual pugna por África, en la que participan tanto países del Golfo como actores internacionales, conlleva un riesgo significativo de conflicto militar, ya sea por accidente, por un error de cálculo o por las inevitables tensiones de tantos rivales compitiendo en espacios bastante reducidos. La recreación de la lucha de poder regional en la inestable política de los países del Cuerno de África y África Oriental conlleva el peligro de que se agudicen los conflictos violentos y las crisis humanitarias. Es una situación de desastre inminente, insiste.
La política exterior del Cuerno de África y África Oriental en respuesta a la influencia de la región MENA
La lucha por la influencia geopolítica y la proyección de poder de los principales Estados del Golfo, Turquía, Egipto e Irán en el Cuerno de África y África Oriental ha sido objeto de numerosos estudios en los últimos tiempos. Sin embargo, pocos se centran en la firmeza que se requiere de los países africanos en materia de política exterior si quieren responder o al menos posicionarse en la creciente interacción política, militar y económica con los países de la Península Arábiga.
El ICG (2019) ha identificado dos rivalidades superpuestas que han estado impulsando y definiendo la interacción: una división que enfrenta a Arabia Saudí, EAU y Egipto con Catar y Turquía; y la competencia entre Arabia Saudí e Irán. En ambas, los principales rivales ven en África un nuevo escenario para la competencia y la creación de alianzas, sobre todo teniendo en cuenta que la región del Cuerno de África está abocada a experimentar un fuerte crecimiento económico en la próxima generación. Es más, la intensificación de las relaciones políticas entre los países del Golfo y el Cuerno de África presenta tanto oportunidades como riesgos, lo que exige que los gobiernos a ambos lados del mar Rojo evalúen la competitividad regional y las conexiones políticas para garantizar la creación de un entorno propicio para la estabilidad y las perspectivas de inversión.
En efecto, la naturaleza de los compromisos y su dinámica exigen una perspectiva previsora a la hora de replantear los intercambios entre la región MENA y el Cuerno de África de manera que resulten beneficiosos para el avance de los intereses estratégicos, colectivos y comunes de los países implicados. Además, las perspectivas económicas del Cuerno de África apuntan a un crecimiento cada vez mayor, unido a la abundancia de recursos naturales y a una mano de obra joven y cada vez más numerosa. Los responsables políticos del Cuerno de África y de África Oriental deben rentabilizar y sacar partido de estos factores estratégicos en sus relaciones con los países de la región MENA. Con semejante poder de negociación, también pueden aprovechar la oportunidad para redefinir y usar en su beneficio las líneas divisorias políticas existentes entre Irán y los Estados árabes, y entre los Estados árabes a lo largo del corredor del mar Rojo.
Conclusiones
El Cuerno de África se ha convertido en el último campo de batalla en el que potencias extranjeras intentan fomentar y consolidar alianzas estratégicas y geopolíticas. La implicación de los países MENA en el Cuerno de África y África Oriental es mayor que a la inversa. Mientras que estos últimos buscan ayuda económica y humanitaria para apoyar sus economías en desarrollo y aumentar su asociación política y en materia de seguridad con los primeros, las motivaciones geopolíticas y los subterfugios ideológicos de Arabia Saudí, EAU y Turquía, Catar e Irán –incluida la proyección de poder hacia los vecinos– están provocando tensiones y alimentando la inestabilidad en la región del Cuerno de África y África Oriental. Dada la importancia vital de las cuestiones debatidas, el objetivo debe ser fomentar una cooperación económica y política mutuamente beneficiosa para aumentar la prosperidad, la seguridad y la estabilidad de ambas regiones./