Las ganas de profundizar en la libertad de expresión han podido más que el miedo a la represión y a la censura, dando lugar a un boom artístico en forma de sátira política.
George Orwell dijo: “cada chiste es una pequeña revolución”. No hay frase más clarificadora de lo que representa la sátira política, en boca de un referente de este campo literario por su célebre obra Rebelión en la granja. Dicho esto, se puede entender por qué las revoluciones árabes han ido acompañadas de un boom artístico en forma de sátira política. Sin embargo, nos equivocaríamos si pensáramos que este es un fenómeno nuevo.
La sátira política existe desde que hay políticos o estructuras de poder de las que poderse burlar, y en el mundo árabe ha convivido tradicionalmente con una semirepresión o represión blanda por parte de las estructuras de poder. Por ejemplo, el dibujante Ali Farzat creó en 2001 el primer diario independiente de Siria, The Lamplighter (El Farolero), en el que se criticaba la opresión del gobierno, la pobreza económica, la guerra, la tortura y la corrupción. Se cerró en 2002. En Irak, Salid Hassan, un actor que se reía tanto de las fuerzas de ocupación americanas como de las milicias suníes y chiíes, fue asesinado en 2006. De hecho, en una entrevista al diario Haaretz, publicada en 2005, el escritor egipcio Lenin el Ramly, reconocido por su lenguaje afilado y su sátira incisiva, dejaba claro que había asuntos sobre los que no se podía hacer sátira: el sexo, el presidente, la religión y los valores sociales. Aunque se pudiera interpretar como censura autoimpuesta, con el tiempo las ganas de profundizar en la libertad de expresión han podido más que el miedo a la represión y a la censura.
Muestra de ello son los…