Los masivos desplazamientos de población y el sectarismo chocarán de forma violenta en el medio y corto plazo en Oriente Próximo. El conflicto en Siria ha generado alrededor de 300.000 muertos y 11,5 millones de refugiados (4,9 millones fuera del país y 6,6 millones desplazados interiores). Un conflicto regionalizado e internacionalizado, producto de la crisis de los Estados autoritarios poscoloniales, los levantamientos populares desde 2011 y el sectarismo. Nuevas tensiones en la región no surgirán de improbables cambios formales de fronteras, sino de intrincados mapas de identidades en Estados que carecen de políticas inclusivas.
La crisis de los refugiados supone graves presiones para la región. El 95% de los refugiados se encuentra en Líbano, Jordania, Turquía e Irak. Necesitan recursos básicos que son escasos en la zona (agua, tierras cultivables, alimentos); financieros; e infraestructuras (vivienda, sanidad, educación). Cuanto más se prolonguen las guerras, más personas se sumarán a las que han huido y aumentarán las tensiones en las sociedades que las acogen.
El sectarismo, que transforma las diferencias en conflictos, complicará la permanencia y asentamiento de los contingentes de refugiados de diferentes identidades en Estados que tienen deficiencias institucionales, así como falta de cohesión social y mecanismos de inclusión hacia sus propias comunidades de identidad. Un informe del centro Carnegie de Líbano alerta de que tanto gobiernos como grupos amparados por el Estado agreden a comunidades con identidades étnicas o religiosas diferentes. Los desplazamientos humanos en la región se guían por criterios de identidad, y gobiernos como el de Líbano y Jordania marginan o rechazan a refugiados según su identidad por temor a los cambios sociales que pueda producir su presencia.
Líbano, por ejemplo, acoge a un gran número de refugiados suníes que huyen de la guerra. Pero de este país proviene la organización armada Hezbolá (chií) que apoya y…