La emigración forzosa ha sido una constante en la experiencia humana. Pero a finales de los noventa ha adquirido nuevas y drásticas dimensiones. El número de refugiados aumentó de cinco millones en 1980 a dieciocho millones en 1993. Mientras en los años setenta sólo cinco países albergaban desplazados internos, en 1998 el número se elevó a treinta millones en cuarenta países.