En las dos últimas décadas, el gasto militar mundial casi se ha duplicado, pasando de 1,2 billones de dólares en 2002 a más de 2,1 billones en 2022 (a precios constantes de 2020). Es probable que en 2023 y en los próximos años se produzcan nuevos incrementos. Casi todos los gobiernos europeos han anunciado aumentos sustanciales del gasto militar. La guerra en Ucrania también alimenta la acumulación de armas en otras partes del mundo. La militarización es generalizada, sobre todo entre las grandes potencias. En esencia, la guerra en Ucrania se ha convertido en un conflicto entre las capacidades militares-industriales de Rusia y el mundo occidental, liderado por Estados Unidos. Al mismo tiempo, las tensiones entre Washington y Pekín también van al alza, con Taiwán como foco inmediato, mientras se aceleran las carreras armamentísticas en el mar del Sur de China y en el ámbito nuclear.
Esta militarización de las relaciones internacionales, plasmada en la tendencia del gasto militar, no solo conlleva el riesgo de más guerras, incluida una devastadora guerra nuclear, sino que también incluye el peligro de la profecía autocumplida. En el pasado ha habido dinámicas circulares entre la acumulación de armas y las tensiones políticas entre adversarios: más armas conducían a más tensiones políticas y más tensiones políticas conducían a mayor acumulación de armas. Varios periodos de la guerra fría –por ejemplo, los años cincuenta, finales de los setenta y principios de los ochenta– fueron de este tipo. La década de 2020 bien podría convertirse en otra.
La dinámica entre gasto militar y conflicto latente o abierto no solo se da en las relaciones internacionales, también puede observarse a nivel interno, dentro de los países. El gasto militar puede aumentar las tensiones y llevar a los gobiernos a buscar soluciones violentas a los problemas internos, en lugar…