Un malestar recorre Europa. Y el Tratado de Lisboa que ha enviado a la tumba al fantasma de la Constitución europea impide seguir auscultando al paciente bajo la falsa ilusión de su curación. Las alambicadas discusiones sobre el sistema de doble mayoría en el Consejo de Ministros, las escaramuzas para mencionar la Carta de Derechos Fundamentales pero sin nombrarla, y la guerra de matices sobre la dimensión del nuevo Servicio Exterior Europeo, por citar algunos ejemplos, no sólo han hecho que el producto jurídico resultante vulnere el mandato de simplicidad y claridad que contenía la Declaración de Laeken de diciembre de 2001, que lanzó el abortado proceso constitucional. El proceso de reflexión introspectiva, primero, y de negociación intergubernamental, después, que ha seguido a los referendos negativos de Francia y Holanda en mayo y junio de 2005 ha impedido abordar la malaise espiritual de un viejo continente, Europa, arrastrado por la urgencia de avanzar sin mirar para atrás de una nueva criatura, la Unión Europea.
Cuando la UE pensaba haber encontrado las respuestas, quizá lo que convenga es cambiar las preguntas. ¿Por qué están tristes los europeos? ¿Cuáles son los miedos que atenazaban a franceses y holandeses en los referendos? ¿En qué estaban pensando cuando Valéry Giscard d’Estaing les invitó a “soñar con Europa” en la sesión inaugural de la Convención que alumbró el primer borrador de Tratado Constitucional? La respuesta a estos interrogantes de naturaleza existencial es el material del que están hechos no ya los sueños, sino el análisis ilustrado y sin piedad que hace en
Europa entre dos luces. ¿Declive o resurgimiento? Fidel Sendagorta.
Biblioteca Nueva, 2007. 160 págs.
Europa, y no la UE. Las cosas del espíritu, y no los tratados. La inmigración y el islam, y no la Comisión y el Parlamento. En esto…