Las piezas que componen el panorama político se dividen según su relación con las disposiciones constitucionales, posteriores a Morsi, y con el paradigma de la guerra antiterrorista.
Han pasado más de tres años desde que los egipcios acudieran en masa a la plaza Tahrir, en el centro del Cairo, y desencadenaran el comienzo de una revuelta en Egipto. Hoy, la realidad política del país ha cambiado y evolucionado, pero aunque en aquella plaza empezara una revolución, esta no ha concluido. De hecho, al cabo de tres años es difícil decir en qué medida se ha avanzado hacia los objetivos principales de la revolución, y mucho menos que se hayan alcanzado. ¿Cómo ha quedado el panorama político del país, situado en el centro del mundo árabe, que afecta no solo a la región, sino también a la comunidad internacional en su conjunto?
A principios de 2011 el panorama político egipcio era muy poco transparente. Transcurridos tres años, esto resulta más evidente que nunca. Hay elementos que siguen escapando al ojo público, pero en general, se pueden distinguir diferentes piezas en función de su relación con las nuevas disposiciones constitucionales, posteriores a Morsi, y con el paradigma de la “guerra antiterrorista”.
La primera es la que a menudo, aunque de forma poco operativa, se ha descrito como el “Estado profundo”. La segunda representa a la cúpula militar y su aparato. En tercer lugar se encuentran los grupos islamistas de la oposición que no aceptan las nuevas disposiciones constitucionales. La cuarta, las coaliciones islamistas que reconocen la eficacia de las disposiciones posteriores a Morsi. Les siguen los grupos políticos no islamistas que no solo prestan apoyo a las nuevas disposiciones constitucionales, sino que defienden el discurso de la “guerra contra el terrorismo”. El último grupo está formado por las alianzas (en su mayoría…