Valores es un término surgido en las últimas décadas que se ha convertido en un eslogan muy querido en Europa. No hay forma de evitarlo. Prácticamente todos los análisis políticos en la Unión Europea giran en torno a la diplomacia basada en valores, el liderazgo basado en valores o los valores compartidos. Se habla de asegurar que nuestros valores (europeos/occidentales) no se vean comprometidos al tratar con naciones que se oponen a ellos, como China y Rusia. Los valores son también la base para sugerir alianzas con otros actores afines, como India o Japón. Los debates sobre el deseo de la UE de desempeñar un papel más activo en la iniciativa Indo-Pacífico Libre y Abierto (FOIP, por sus siglas en inglés) son el ejemplo más reciente.
Antes de hablar de valores como base de la identidad de la UE en la escena mundial es preciso plantear algunas cuestiones. ¿Qué son exactamente estos valores y cómo podemos desglosarlos? ¿Son valores europeos, occidentales o universales? Si algunos países no los defienden, ¿deben ser obligados a adoptarlos según su carácter universal? ¿Y si gobiernos elegidos democráticamente tienen valores contrarios a los europeos? ¿Cómo debe reaccionar la UE cuando se produce tensión entre la democracia y valores como la libertad de culto o la protección de las minorías sexuales? ¿Cómo ven las sociedades no europeas/no occidentales los valores europeos? ¿Está su percepción en consonancia con la autopercepción en Europa? Si el colonialismo se basaba en la idea de que los países europeos necesitaban exportar su cultura/civilización, o sus valores, a las partes primitivas del mundo, ¿es la promoción europea de sus valores al resto del mundo una extensión moderna de la “carga del hombre blanco”?
En términos generales, los valores europeos se refieren hoy a derechos humanos, Estado de Derecho, libertad de expresión, democracia…