Desde la anexión de Crimea y la intervención armada en el este de Ucrania en la primavera de 2014, los dirigentes de Moscú están cada vez más aislados en la escena europea e internacional, y también en su propio país. Todavía no le han tomado plenamente la medida a las nuevas relaciones de fuerza, que no les benefician. Optaron por intervenir en los asuntos internos de Ucrania mediante la fuerza y la subversión económica y mediática. Sin duda, lograron ocupar por poderes el este del país, causando miles de víctimas y cientos de miles de desplazados, y abocando a los casi dos millones de personas que residen allí a la inseguridad y la pobreza. Sin embargo, también perdieron a sus principales socios en Europa y Norteamérica, que impusieron sanciones selectivas y redujeron el comercio con Rusia.
Vladimir Putin antepuso el conflicto a la negociación, jugándose una colaboración de más de 20 años con la Unión Europea y la OTAN. La elección del enfrentamiento refleja la mentalidad y las prioridades del grupo dirigente. Los efectos corrosivos del conflicto ucraniano para la relación entre Moscú y las capitales occidentales han sido ampliamente debatidos. Pero el enfrentamiento Moscú-Occidente también ha tenido un impacto negativo en la situación interna de Rusia, y sobre todo, entre las élites y las clases medias acomodadas del país. Conviene moderar el análisis de un “regreso al poder” de Rusia que se impone en la escena internacional entre los aplausos de los rusos.
El conflicto de Ucrania y sus efectos corrosivos para Rusia
Los gobiernos autoritarios, cuando se enfrentan a dificultades económicas, ceden a veces a la doble tentación del repliegue autárquico hacia el interior del país y del intervencionismo fuera de sus fronteras. Eligen el enfrentamiento y la amenaza velada de una posible guerra como forma de presión…