Las protestas populares en Sudán y Argelia de los últimos meses han llamado la atención al poner fin a los gobiernos de Omar al Bashir y Abdelaziz Buteflika, respectivamente, dos dinosaurios de la política continental. Las movilizaciones sociales son relevantes en el contexto del interés creciente de numerosos Estados por consolidar sus relaciones con contrapartes africanas, entre otras razones por lo que estas movilizaciones pueden suponer para sus proyectos en la región. Más allá de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), hay un creciente interés por el continente africano en países europeos como Alemania o España, o en Estados de otras regiones como Oriente Próximo: Turquía, Emiratos Árabes Unidos o Catar. En el caso de España, la muestra más evidente es la aprobación del III Plan África, en marzo de este año. Siendo España el único país europeo con frontera directa con un Estado del continente, y dada la relevancia histórica de las relaciones entre Europa y África, el gobierno español ha decidido consolidar las relaciones con sus homólogos africanos.
Es significativo que este interés se dé en especial dentro del propio continente. Se puede apreciar, por ejemplo, en el caso de Marruecos, que en los últimos años ha potenciado sus vínculos con socios regionales y retornó a la Unión Africana (UA) en 2017. También se ha visto con el desarrollo de procesos de integración regionales, en concreto con el Área Continental Africana de Libre Comercio (AfCFTA, por sus siglas en inglés), que entró en vigor el 30 de mayo, o en la Agenda 2063 de la UA, cuyo objetivo es consolidar África como una fuerza dinámica internacional. Los distintos actores africanos afirman, por tanto, su relevancia en las relaciones internacionales, cuestionando el lugar subalterno al que se les ha tratado de relegar durante décadas.