La nueva realidad de América Latina y España exige una relación más contemporánea. Para alcanzar objetivos globales y bilaterales, los españoles pueden utilizar de forma más flexible los canales existentes, poner en valor su conocimiento y crear coaliciones.
Si se acepta Google como indicador de relevancia, Estados Unidos y España son los países que más interactúan con América Latina. Escribimos “América Latina y EE UU”: 18.800.000 resultados. Sustituimos EE UU por “España”: 17.300.000. “China”: 9.500.000. “Unión Europea”: 7.480.000. Escribimos “Iberoamérica”: 3.440.000. Con independencia del tipo de documentos que muestre la búsqueda, estos números dicen algo sobre la producción académica, periodística, estadística en torno a las relaciones de América Latina con el mundo.
Pero solo un análisis más laborioso permite sacar conclusiones: en sus relaciones con América Latina y el Caribe, tanto EE UU como España necesitan un replanteamiento del discurso y, sobre todo, una política innovadora hacia una región transformada políticamente, con crecientes diferencias en su desarrollo económico y con mayor diversidad en sus relaciones internacionales. Aunque se ven afectados de distinta manera, no está siendo fácil para los dos socios tradicionales de América Latina adaptarse al nuevo mundo de los emergentes. El objetivo es reducir la retórica y redefinir los intereses, al tiempo que se elabora una agenda capaz de comprometer en los asuntos globales a los países de mayor peso en la región.
Por sus cifras totales de comercio, inversión, flujos de inmigración, remesas y ayuda al desarrollo para el conjunto de Latinoamérica, EE UU y España son los dos primeros socios de los latinoamericanos. A las cifras se añade una red de vínculos políticos, económicos, sociales y culturales que los diferencian de cualquier otro socio. Pero esto puede cambiar y, de hecho, ya ha cambiado respecto a algunos países. La llegada de China, hoy primer socio comercial…