China se siente tentada por una política internacional sin normas. Supone por ello un enorme desafío para la política exterior de la UE, basada en las normas y los valores. Por el impacto mundial de cualquier decisión de Pekín, los europeos necesitan una política global china.
China ha aumentado su poder económico en el último año. Su sólida situación presupuestaria al principio de la crisis económica mundial le permitió lanzar un paquete de estímulos de unos dos billones de dólares, préstamos bancarios incluidos, que es equiparable a la política monetaria expansiva de la Reserva Federal de Estados Unidos o la provisión de liquidez del Banco Central Europeo.
Gracias a sus bajos costes de mano de obra y su devaluado tipo de cambio, las exportaciones chinas han caído menos que las de sus competidores (un 10,6 por cien frente a un 16 por cien en el resto del mundo). No cabe duda de que las políticas chinas desde finales de 2008 han creado una gigantesca burbuja inmobiliaria, de infraestructuras y de préstamos en la economía nacional. Pero para el dólar estadounidense, las reservas de divisas y los tipos de interés cercanos a cero de China significan que, cuando estalle esta burbuja, probablemente se producirá un efecto deflacionario internacional más que una catástrofe para la economía china. El país ha aumentado el uso de sus reservas para llevar a cabo inversión extranjera directa (IED) y se ha quedado con parte de los nuevos acuerdos de intercambio de divisa (que todavía no se han puesto a prueba) en Asia, pero se muestra mucho más cautelosa de lo que se suele creer a la hora de contraer nuevas responsabilidades económicas.
Ante el mayor poder económico de China, se observa una nueva postura más enérgica en varias esferas: económica, diplomática, militar y de derechos humanos….