Al cerrar este número, España asume la Presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea en un escenario internacional caracterizado por la inestabilidad, cuya causa principal reside en la invasión injustificada y extremadamente cruel de Ucrania por Rusia, y una política interior española focalizada en las elecciones generales del 23 de julio.
En el momento actual, el papel de Europa en la región del norte de África y Oriente Medio sufre un déficit de protagonismo y de asertividad del que tanto Rusia como China se aprovechan. Fortalecer la presencia de Europa en la Vecindad Sur requiere una firme voluntad política y un adecuado apoyo presupuestario. Por otra parte, exige reflexionar sobre su compromiso democrático y ser fiel a sus valores y su proyecto. Está claro, asimismo, que unas políticas euromediterráneas eficaces dependen de un buen funcionamiento de la UE en su conjunto.
Sin duda, la Unión es un proyecto esperanzador y atractivo. Sin embargo, necesita superar algunas de las limitaciones y contradicciones que a menudo han caracterizado sus políticas hacia el Mediterráneo Sur. La ciudadanía del Sur pide a Europa coherencia. Coherencia en sus relaciones políticas, apoyando la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y la democratización; coherencia en la gestión de las migraciones, sobre todo a la luz de la ejemplaridad de Europa a la hora de acoger los que huían de Ucrania; coherencia en la gestión de su política exterior hacia la región, que le permita tener una posición más clara en conflictos como el de Israel y Palestina; así como coherencia a la hora de mirar su historia para sanar las heridas del pasado colonial. En definitiva, evitar el “doble rasero” del que muy a menudo se acusa a Europa.
Traducir esta coherencia en políticas concretas requiere una gobernanza distinta, que contemple un menor peso de los Estados miembros en favor de un mayor peso de las instituciones para que Europa pueda afrontar los desafíos regionales con una voz única y fuerte, mediante el impulso, por ejemplo, de la mayoría cualificada en la toma de decisiones. En resumen: si Europa quiere ser influyente debe reforzar su proyecto con mayor ambición.
En esto, España tiene ahora un papel fundamental. Seis meses es un plazo de tiempo muy breve, pero, como promotor ya en su momento del Proceso de Barcelona, España debe utilizar toda su influencia hacia los países del Sur para volver a impulsar las relaciones euromediterráneas teniendo en cuenta el contexto actual de la región. La situación internacional de guerra y pospandemia ha generado que Europa esté redescubriendo el Mediterráneo. Las poblaciones de ambas orillas se necesitan para abordar aquellas prioridades regionales claves para un progreso compartido: transición ecológica, cambio climático, derechos de las mujeres y de las minorías, demandas de democratización, mejora de las condiciones de vida… Ningún listado puede ser exhaustivo.
Estos desafíos necesitan instituciones, instrumentos y personal político a la altura de las expectativas. Asimismo, construir un futuro compartido en el Mediterráneo requiere conocimiento mutuo: una inversión contundente en el fortalecimiento de los intercambios de personas –de conocimiento y experiencias– que permitan forjar una nueva clase política y una ciudadanía más sensibles a las realidades de ambas orillas del Mediterráneo. Es un proyecto de largo recorrido, generacional, pero que seguramente camina en el sendero que marcaron los fundadores de la UE y que se reafirmó en el proyecto euromediterráneo compartido desde 1995.
Entre nosotros, uno de los máximos impulsores de esta tarea fue el exministro de Asuntos Exteriores de España y verdadero líder de opinión, Josep Piqué, codirector de afkar/ideas hasta su reciente fallecimiento. Uno de sus últimos encargos fue revisar el índice y el conjunto de artículos de este número de la revista que tiene el lector entre sus manos. Su ejemplo, su conocimiento y su consejo nos han guiado desde las distintas responsabilidades que asumió con tanto provecho a lo largo de su trayectoria. A partir de ahora nos dolerá su ausencia, pero ese ejemplo ha de ser para nosotros su mejor legado./