El nuevo secretario general soviético tiene cincuenta y seis años. A esa edad, Lenin, que al final de su vida parecía ya un viejo, estaba enterrado. Sin embargo, tanto en la URSS como en Occidente, todo el mundo ha decretado que Mijaíl Gorbachov es un hombre joven. Bien; al fin y al cabo, todo es relativo…
Hay otra cosa incomprensible. Porque ¿en virtud de qué criterios tan poco serios ha sido promovido este nuevo líder al rango de “reformador dinámico de disciplina liberal”, capaz de cambiar radicalmente el sistema que rige en su país, y encaminarle hacia un desarrollo económico pacífico? ¿Porque no da golpes sobre la mesa con el zapato durante las negociaciones con sus interlocutores occidentales? Pero ni Lenin ni Stalin se distinguían tampoco en ese aspecto. ¿Porque se viste correctamente? Pero si con dinero (y hablo con conocimiento de causa) y algunos consejeros de experiencia, esa ciencia pierde todo su misterio. ¿Porque se ex- presa con corrección? Pero si incluso Kruschev, por no citar de nuevo a Stalin, tenía una oratoria más colorida y vivaz. ¿Por qué, entonces, toda esta bacanal en los medios de información? Aparentemente, el problema no está en que los soviéticos traten de lanzar de nuevo (por enésima vez) un señuelo a la opinión pública occidental, sino en que esta opinión pública desea ardientemente ser inducida a error para obtener ventajas políticas inmediatas y la comodidad espiritual consiguiente.
Esta bacanal ha alcanzado incluso a los ambientes de la emigración rusa. No hace mucho tiempo he leído las líneas siguientes en un semana- rio de los emigrados: “A lo largo del año pasado, después de haber consolidado sus fuerzas, el enérgico líder ha comenzado la aproximación con Occidente en el terreno militar: ha aceptado la propuesta de Reagan relativa a la liquidación de los…