La Ronda Quinta de la reunión de Viena podrá recordarse como la ronda en que se alcanzó el punto de inflexión en las negociaciones y no se atravesó el umbral. Cuando se inició, en el mes de enero, todo parecía predispuesto para qué la labor pudiera culminarse con éxito.
Así, en el capítulo de la seguridad militar, se habían reducido a dos las cuestiones mayores, esencialmente la de cómo consignar en texto nuestro acuerdo en reanudar la CDE y la de cómo construir un mecanismo para el desarrollo de un intercambio de puntos de vista entre los veintitrés negociadores en las conversaciones sobre estabilidad convencional y el resto de los participantes en la CSCE.
En el capítulo económico parecía ya clara la posibilidad de dejar a un lado exigencias inalcanzables del Este, como la separación de cuestiones comerciales y factores políticos, y de dedicar de lleno la negociación a cuestiones como las restricciones al acceso y la información empresarial, que constituyen barreras directas al comercio.
En la dimensión humana ya estaban sobre la mesa para su negociación y posible aprobación los proyectos de documento final redactados por los coordinadores, los cuales había solicitado la URSS, y que habían sido acogidos con satisfacción por los participantes occidentales.
A pesar de tan esperanzadoras perspectivas, la Ronda Quinta adoptó rápidamente el ritmo pesado de anteriores rondas. Si bien las diferencias en las cuestiones de seguridad militar se habían podido reducir aún más, desde octubre pasado no se había convenido formalmente en una sola palabra más. El “cesto segundo” sigue atascado por la insistencia de determinados países en la redacción de las disposiciones contrarias a las barreras políticas al comercio, cuando esos mismos países mantienen algunas de las barreras más restrictivas que existen al libre comercio, al intercambio de información y a los contactos…