No es la primera crisis de refugiados en Europa, pero sí es diferente. No hay duda de que es el éxodo más rápido desde la Segunda Guerra Mundial: en 50 días, 12 millones de desplazados, de los cuales más de cinco están fuera del país. Esta velocidad en la huida no es solo por la violencia de la guerra. Tiene que ver también con la proximidad geográfica, unos medios de transporte relativamente buenos, el acceso de los ciudadanos ucranianos a la Unión Europea sin necesidad de visado y la existencia de una red de apoyo al otro lado de la frontera. Más allá de estas diferencias objetivas, la respuesta por parte de la UE y los Estados miembros tampoco ha sido la habitual. Es preciso analizar las diferencias en la respuesta, sobre todo a la hora de definir el problema y darle solución. La cuestión de fondo es hasta qué punto podrían marcar un punto de inflexión, o abrir una ventana de oportunidad, en las políticas europeas de migración y asilo.
Diferencias en la percepción
Se ha hablado mucho de la proximidad cultural y social de los refugiados ucranianos. Son europeos “con ojos azules y pelo rubio”, señalaba emocionado un periodista de la BBC. Son “personas prósperas de clase media”, añadía otro del canal de televisión Al Jazeera. Este tipo de declaraciones no son exclusivas de los medios de comunicación. Representantes políticos, y no solo de los países de Visegrado, han sido también muy explícitos al respecto. Las palabras del primer ministro búlgaro, Kiril Petkov, fueron paradigmáticas: “Esta gente es inteligente, educada (…) No son como los refugiados a los que estamos acostumbrados, personas de las que no estamos seguros de su identidad, con pasados poco claros, que podrían haber sido terroristas”. Y concluía: “No hay ni un solo…