Casi todo lo dicho por los líderes europeos sobre la crisis del euro ha sido una equivocación, pero han hecho lo necesario para evitar su hundimiento porque sería un desastre político y económico. Saben que la solución pasa por acabar una casa europea a medio construir.
Ahora que abunda el pesimismo sobre el euro, un número cada vez mayor de analistas y economistas se pregunta si la moneda común puede sobrevivir. La economía mundial, afirman, se encuentra al borde de una crisis incluso más profunda que la actual.
Sin duda, la zona euro se enfrenta a graves problemas económicos y financieros. Está inmersa en múltiples crisis que se solapan y se refuerzan mutuamente. La primera de ellas es una crisis fiscal, que ha tenido su mayor efecto en Grecia pero que se extiende por el sur de la zona euro e Irlanda. La segunda es una crisis de competitividad, que resulta evidente desde hace tiempo en los importantes déficit por cuenta corriente de la periferia y en los desequilibrios por cuenta corriente, incluso más importantes, entre los países de la zona euro. La tercera es una crisis bancaria, que primero se desarrolló en Irlanda y que se ha vuelto especialmente grave en España.
Pero a pesar de esta inestabilidad, los temores de que los países no puedan pagar sus deudas o de que el euro se hunda por completo se están exagerando. Los países de la zona euro han demostrado que pueden resolver, y que resolverán, cada una de las sucesivas fases de la crisis cooperando y compartiendo los poderes de toma de decisiones. Han creado una multitud de instituciones en toda Europa y un sólido cortafuegos financiero, y ahora avanzan hacia la creación de una unión bancaria y una unión fiscal parcial. Cuando las aguas vuelvan a su cauce,…