La democracia no es incompatible con la cultura china. La potencia evolucionará hacia un sistema democrático pleno, pero este cambio no será rápido, sino gradual, como gradual ha sido la reforma económica. El PCCh seguirá desempeñando un papel central.
¿Será China algún día una democracia, con elecciones libres, multipartidismo, alternancia en el poder? Esta cuestión provoca polémicas, debates y pronósticos de diverso tipo desde hace 25 años. Tras los sucesos de Tiananmen en 1989, muchos analistas pensaron que la implantación de un régimen democrático en China estaba cerca. Las revueltas de Tiananmen habían sido una rebelión “democrática” contra la dictadura del Partido Comunista Chino (PCCh): al igual que a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa se derrumbaron los regímenes comunistas en Europa del Este y la URSS, el régimen comunista chino también se derrumbaría, más pronto que tarde.
Como es bien sabido, esos pronósticos no se cumplieron. El debate ha continuado hasta nuestros días. A finales de 2012, con la llegada de Xi Jinping a la secretaría general del PCCh, se crearon renovadas expectativas sobre la reforma política. Algunos analistas especularon con que Xi podría ser el gran impulsor de esta. Estas expectativas tampoco se han materializado.
Ha habido dos grandes posturas en cuanto a la democracia en China. La primera está basada en la idea de que existe una correlación directa entre grado de desarrollo económico y democracia. En una sociedad autoritaria, el aumento del nivel de vida, el crecimiento de las clases medias, que reclaman una participación en la gestión de la sociedad, dan lugar a una contradicción creciente entre el sistema económico y el político, que se resuelve mediante la transición a un sistema democrático.
Por otra parte, según esta teoría, el crecimiento económico de China a largo plazo está amenazado…