POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 220

En un día de descanso durante su juicio penal en Nueva York, el candidato presidencial republicano recibe al presidente polaco Andrzej Duda en la Torre Trump de Manhattan. (Nueva York, 17 de abril de 2024). GETTY

Populismo en Europa: Polonia enseña la vía de salida

Hace 35 años Polonia fue el primer país en abandonar el comunismo. Ahora es un laboratorio político donde se ensaya la salida del populismo. La cohabitación entre el presidente y el gobierno es un escollo.
Ana Alonso
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El último capítulo de la guerra entre el presidente de Polonia, Andrzej Duda (Cracovia, 1972), leal al conservador Partido Ley y Justicia (PiS), y el gobierno que encabeza el liberal Donald Tusk (Gdansk, 1957), se libra en el terreno de la diplomacia. Los medios polacos lo llaman la guerra de los embajadores. El gobierno ha empezado el cambio en las embajadas con el relevo en cuatro puestos (OTAN, Roma, Lima y Riga), a pesar del rechazo del presidente Duda, que amenaza con vetar los nuevos nombramientos. En total, el Ministerio de Exteriores, a cargo de Radoslaw Sikorski, quiere designar 50 nuevos embajadores.

Para contrarrestar el veto del presidente, que debería actuar con independencia y no ser partidista, el gobierno polaco ha orquestado un plan: los que no dejen el cargo han de volver a Varsovia y en su lugar envían a un encargado de negocios que en realidad hará la función de embajador. “Si viviéramos en una época diferente, habríamos visto muchas dimisiones al cambiar el gobierno. En las embajadas más importantes hay personas designadas políticamente, muchas de ellas participaron en el ataque frontal a Tusk, al que llegaron a acusar de ser un aliado de Vladimir Putin”, escribe Jędrzej Bielecki en el diario polaco Rzeczpospolita. Ningún diplomático puso su cargo a disposición cuando Tusk llegó al poder.

Polonia fue el laboratorio donde se ensayó la transición del comunismo al liberalismo. El intelectual polaco Adam Michnik lo reflejó en su artículo Vuestro presidente, nuestro primer ministro, publicado en Gazeta Wyborcza el 3 de julio de 1989, en el que aludía a la coexistencia entre el antiguo régimen en la figura del general Wojciech Jaruzelski, el secretario general del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), que sería presidente del país en virtud los Acuerdos de la Mesa Redonda, y el primer jefe del gobierno elegido en comicios semilibres, Tadeusz Mazowiecki, celebrados el 4 de junio de 1989.

Es una transición a la que se llega por consenso con el régimen saliente, como ocurrió en España. El hombre fuerte del PiS, Jaroslaw Kaczyński, estuvo en contra de estos pactos que consideraba contra natura. Jaruzelski sería así el garante del comunismo, como el Rey lo era en la concepción de Franco de que había dejado “todo atado y bien atado”. Sin embargo, como ocurrió en España, el proceso hacia la democracia ya era imparable. En Polonia cayó el muro comunista cinco meses antes que en Berlín. De hecho, el proceso había empezado en 1980 cuando el régimen comunista se vio forzado a aceptar la creación del primer sindicato libre, Solidaridad, que lideraba Lech Wałęsa.

Al general Jaruzelski le sucedió en diciembre de 1990 el carismático Lech Wałęsa, que fue elegido por sufragio universal. Antes se decidió que el sistema sería híbrido. El presidente tendría, sobre todo, poder de veto, no sería como el francés, aunque es elegido de forma directa como en el Hexágono. Las riendas del Ejecutivo las llevaría el jefe del gobierno. El presidente tiene la potestad de iniciar procesos legislativos, en los que tiene poder de veto, y puede apelar al Constitucional, en la actualidad dominado por leales al PiS, para asegurarse de que un proyecto de ley cumple con la Carta Magna. Para anular el veto del presidente se necesitan dos tercios del Sejm (Cámara Baja). La actual coalición no tiene una mayoría tan amplia.

En las elecciones del 15 de octubre, el PiS fue la fuerza más votada con 194 escaños, de un total de 460, pero se unieron para desbancarlo Coalición Cívica, con 157 diputados, Tercera Vía (cristianodemócratas) que tuvieron 65 y la Izquierda que consiguió 26. Suman 248 diputados, 18 más que la mayoría simple, pero lejos de los dos tercios (306).

 

Pseudo-presidencialismo, un problema

Este pseudo-presidencialismo es un pecado original en el sistema político en Polonia porque fuerza una cohabitación muy compleja, cuando el presidente, como es el caso de Duda, actúa al servicio de una fuerza política. En abril pasado, Duda se encontró con el expresidente Donald Trump en su residencia en Nueva York. ¿Puede el jefe del Estado mantener encuentros privados con un candidato opositor al presidente de un país aliado? ¿Quién representa al país realmente? En la visita a Washington que tuvo lugar en marzo estuvieron con el presidente Biden los dos, Duda y Tusk.

En el caso de los embajadores el presidente Duda tiene poder de veto. Sin embargo, es una anomalía que en las representaciones en el exterior del gobierno polaco no haya personas de la confianza del gobierno, especialmente en destinos tan relevantes para Polonia como Estados Unidos o la OTAN. Esta guerra de embajadores “significa una modificación de facto del sistema constitucional del Estado”, en palabras de Bielecki. ¿De quién depende la política exterior? ¿Del presidente que nombra y destituye embajadores o del primer ministro que ha de trabajar con ellos a diario?

 

«El pseudopresidencialismo es un pecado original en el sistema político en Polonia porque fuerza una cohabitación muy compleja»

 

Hubo un intento de acuerdo, con la propuesta de mantener algunos embajadores clave hasta que acabara su mandato en unos casos o hasta las presidenciales, pero el presidente Duda no cumplió su parte. Falta menos de un año para que los polacos elijan al sucesor de Duda y el PiS está en modo campaña electoral permanente.

Duda no puede volver a presentarse porque está terminando su segundo mandato y la Constitución fija un máximo de diez años en el puesto. Para los nacional-populistas y liberales es crucial el puesto de jefe del Estado. El PiS confía en dar un golpe de efecto como ocurrió cuando ganó Duda la primera vez. El candidato de Plataforma Cívica, Bronisław Komorowski, tenía todo a su favor, tanto que Michnik dijo que tenía que atropellar a una monja en un paso de cebra para perder. Y perdió con un Duda apenas conocido por el que apostó fuerte Jaroslaw Kaczynski. Ahora en el PiS se habla de Mateusz Morawiecki, el predecesor de Tusk, Marcin Mastalarek, jefe de gabinete de Kaczynski, o la ex primera ministra Beata Szydło. Tampoco se descarta que haya sorpresas. En Plataforma es probable que el aspirante sea el actual alcalde de Varsovia, Rafał Trzasowski, un liberal carismático con demostrada conciencia ecologista, que el 7 de abril fue reelegido en la capital por mayoría absoluta en primera vuelta.

 

Un laboratorio político

Desde que la coalición encabezada por el liberal Donald Tusk desbancara a los nacional-populistas en las elecciones del 15 de octubre de 2023 y formara un gobierno en el que participan la Izquierda y los cristianos demócratas de Tercera Vía, Polonia se ha convertido de nuevo en un laboratorio político. En este caso se trata de ver cómo se desmonta un Estado en plena deriva hacia lo que con orgullo denomina el primer ministro húngaro, Viktor Orban, “el sistema iliberal”. También podríamos hablar de urnocracia o autocracia con votos.

Apenas un mes después de la ratificación en el Sejm, los polacos fueron testigos de un espectáculo esperpéntico que ilustra bien el choque entre iliberales y liberales. El ex ministro del Interior Mariusz Kaminski y uno de sus subalternos Maciej Wasik aprovecharon la jura de cargos de nuevos asesores para esconderse de la policía en el Palacio Presidencial. En 2015 fueron condenados por abuso de poder cuando trabajaban en la agencia anticorrupción pero Duda, recién elegido presidente, les perdonó. En junio de 2023, el Supremo retomó el caso y en diciembre fueron declarados culpables por segunda vez.

Cuando se ordenó su ingreso en prisión, Duda les dio cobijo. Los polacos siguieron el caso como si fuera una telenovela. En un momento dado, Kaminski habló con los medios y dijo que eran “presos políticos”. Cuando Duda dejó el Palacio Presidencial para encontrarse con la líder de la oposición bielorrusa, la policía los arrestó y salieron esposados.

Los nacional-populistas se hicieron con el control de la Televisión Pública, con Jacek Kurski, el propagandista-en-jefe del PiS al mando. En palabras de la periodista Anne Applebaum, es el “principal ideólogo del Estado antiliberal polaco”. Desde la TVP se atizaba el odio contra todo aquel que se oponía a la visión soberanista y ultraconservadora del PiS. También se difamaba sin contemplaciones. Jacek Kurski fue el artífice en 2005 de una campaña contra Tusk que decía que su abuelo Jósif había sido voluntario de la Wehrmacht de la Alemania nazi, cuando fue reclutado por la fuerza y desertó. Jacek Kurski sabía que era falso pero no le importó propagarlo para que los “ignorantes”, en sus palabras, compraran ese relato.

En enero de 2019 el alcalde-presidente de Gdansk, Pawel Adamowicz, de Plataforma Cívica y defensor de la acogida de extranjeros y de los derechos de la comunidad LGTB+, fue asesinado por un joven de 27 años que decía haber sido “torturado” y perseguido por Plataforma. Era un desequilibrado pero saltaron las alarmas sobre el nivel de polarización política. Hubo quienes miraron a Jacek Kurski y su campaña del odio como responsables de esta muerte. Curiosamente, Kurski, procedente de Gdansk, como Wałęsa o Tusk, es el hermano menor de Jaroslaw, ex director de Gazeta Wyborcza, en sus antípodas ideológicas.

 

El gobierno de Tusk

El gobierno de Tusk arrancó hace casi seis meses. Empezó con un intento de desmantelar el dominio de los nacional-populistas de la televisión pública. Ha introducido cambios sustanciales en los contenidos. Además de los medios, el gobierno nacional-populista, como ha hecho Orban en Hungría, tomó las principales instituciones ligadas a la Justicia, desde el Constitucional, al Supremo y al Consejo Nacional de la Judicatura, que pasó a ser elegido por los políticos en lugar de por los jueces. El entonces ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro, fue el artífice de estas reformas en el sistema judicial que llevaron a que la Comisión Europa suspendiera la adjudicación de casi 60.000 millones de euros en fondos de recuperación. Polonia estaba poniendo en peligro el Estado de derecho.

El ex defensor del Pueblo Adam Bodnar es quien tiene que recomponer el sistema, un proceso extraordinariamente complejo. ¿Qué pasa con los más de 2.500 jueces que nombró el Consejo Nacional de la Judicatura? Son los llamados neojueces. ¿Qué ocurre con sus sentencias? O bien se les sustituye a todos, o se estudia caso por caso. Pero la tarea que ha de acometer el nuevo gobierno es mastodóntica.

El problema que se plantea es cómo desmantelar el sistema iliberal cumpliendo con las normas del sistema liberal. La Comisión Europea ha dado un voto de confianza al gobierno de Polonia al recomendar que se terminara con el procedimiento para activar el artículo 7, de suspender la participación de un Estado miembro, y liberar así los fondos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció en mayo esta nueva etapa después de que hace seis años se iniciara el proceso para activar la llamada “arma atómica” en las instituciones. Supone la expulsión de facto de un Estado miembro.

Polonia vuelve a la Unión Europea con ese compromiso con el Estado de derecho. También con un líder fuerte como Donald Tusk, que se codea con el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz, en el revitalizado Triángulo de Weimar. En la legislatura europea que comienza este verano Donald Tusk, con amplio conocimiento de las instituciones, será un peso pesado. Su partido, Plataforma Cívica, se integra en el Partido Popular Europeo (PPE), si bien se aleja de quienes se inclinan por pactar con los nacional-populistas. Sabe que el objetivo de los soberanistas, aunque se disfracen de corderos como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, es la autocracia con votos. La meta es acaparar el poder para imponer su agenda y mantenerse gracias a procesos electorales en los que compiten con todo a su favor, como ha hecho en Hungría Viktor Orban.

La mejor prueba de que los nacional-populistas polacos no cejan en su empeño la encarnan Mariusz Kaminski y Maciej Wasik, los fugados refugiados en el Palacio Presidencial, que ahora compiten por un escaño en el Parlamento Europeo. Jacek Kurski, el bulldog de la derecha ultra polaca, también aspira a ser eurodiputado. “Son buenos candidatos”, sentenció Jaroslaw Kaczynski al sumarlos a las listas del PiS. De esta forma, tendrán inmunidad y se librarán de cumplir sus penas. Así se burlan del Estado de derecho en nombre de Europa.