Estas medidas parecen reemplazar las iniciativas en favor del encaje de las poblaciones musulmanas europeas, a pesar de que la radicalización solo afecta a una ínfima minoría.
Los estudios académicos relacionados con la radicalización de las poblaciones musulmanas en Occidente han crecido exponencialmente en la última década. En consecuencia, se han elaborado numerosas definiciones de lo que se entiende por radicalización, con la voluntad de identificar las causas que la activan. El problema es que el término radicalización se ha infrateorizado: es decir, en muchas de las ocasiones en que se usa tal concepto no queda claro el sentido que se le da, o de los motivos que se refieren para explicar tal proceso. Quizás esta infrateorización pueda explicarse porque la radicalización se presenta como un hecho dado por supuesto, como un estado al que se llega debido a una predisposición que muestran los musulmanes, y no como un proceso social condicionado por numerosos y aleatorios factores.
La ambigüedad de las causas que se argumentan para explicar el proceso de radicalización contrasta con la certeza con que ésta suele vincularse con la acción terrorista. Como si se tratara de un pleonasmo, es habitual hablar de “radicalización violenta”: una redundancia que insiste sobre la propia condición del sujeto. Así lo defienden algunos informes elaborados por los servicios de información europeos. Otros, en cambio, sugieren definiciones más elaboradas, pero no por ello evitan establecer una relación, si no directa, al menos potencial, entre radicalización y amenazas de seguridad. El resultado más evidente es que el uso común acaba entendiendo radicalización como “todo aquello que sucede antes de que estalle la bomba”, según la explícita expresión que utiliza Mark Sedgwick.
Varios autores han alertado del carácter indeterminado y ateórico en el uso de este término por parte de la literatura académica, de la…