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Políticas de I+D e innovación de la UE frente al desafío de la globalización

Gonzalo León
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Si Europa quiere ser competitiva en un entorno globalizado debe utilizar su mejor arma: la capacidad de generar conocimiento científico y tecnológico. Desde 2000 se debate sobre el futuro de la investigación, la innovación y el papel de la financiación comunitaria sin resultados concretos.

La Unión Europea no pasa por sus mejores horas en esta larga crisis económica a los ojos de los ciudadanos europeos. Sin embargo, en un contexto globalizado como el que nos ha tocado vivir, necesitaremos mucha más Europa, no menos. Y tenemos el deber de explicarlo.

La UE ya no es el eje de atracción del mundo. Hace años que las potencias asiáticas y americanas comercian entre sí con mayor intensidad que lo hacen hacia o desde el Viejo Continente… y desarrollan conocimiento a mayor velocidad. África está también despertando a socios que no son los europeos ni tuvieron relación con su pasado colonial. Las denominadas economías emergentes, más allá de sus problemas coyunturales, son ahora competidores de la UE: no como simples proveedores de materias primas o productos de baja tecnología, también lo hacen en productos y servicios de media y alta tecnología, y lo harán más en el futuro.

Europa, por su parte, reduce su peso demográfico, posiblemente para pasar del siete por cien actual a un cuatro o un cinco de la población mundial en 2050, y sigue dependiendo de un suministro energético que le será difícil asegurar de forma estable si se encierra en sí misma. Aún más, a pesar de su capacidad científica y tecnológica contrastada (mantiene un 24 por cien de la producción científica mundial), ha manifestado históricamente una cierta incapacidad en traducir su conocimiento en productos de alto valor añadido que le asegure el mantenimiento de cuotas relevantes en el mercado mundial. Todo ello no permite pensar que su peso relativo global…

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